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Sociología de la espera

Este texto debería llamarse “por una sociología de la espera”, en tanto es una tarea por hacer. Existen pocas investigaciones o reflexiones sobre la espera. En Estados Unidos se ha trabajado la relación tiempo-estrés-ansiedad, y se han encontrado muchos datos respecto a los daños, no solo físicos y psicológicos sino también económicos, de la espera. Así, la firma Priority Managment de Pistburg determinó que el estadounidense promedio se pasa cinco años de su vida haciendo colas y seis meses esperando en semáforos. Y eso que los gringos no tienen una ceja de El Alto.  

También se cuenta con los trabajos que han desarrollado la espera en cárceles. La investigación emblemática es el estudio hecho por Megan Comfort sobre la sala de espera en la cárcel de San Quentin  (EEUU), en la que cónyuges, novias, madres y parientes esperan para ver a los presos.

La escasa investigación sociológica de la espera tiene a Barry Schwartz como uno de sus exponentes más importantes, quien ha demostrado que ésta tiene variaciones conforme al lugar que ocupa un individuo dentro de un sistema social. Si se es pobre, se espera más; si se es rico, no se espera, en todo caso el rico hace esperar a los demás. En esta línea el sociólogo argentino Javier Auyero ha investigado la relación entre espera y pobreza, es decir, la manera en la que es la gente pobre la que tiene que esperar más ante un servicio público. La investigación se concentra en la espera para recibir los fondos de asignación por hijo que determinó el Gobierno argentino (en la era Kirchner).

La espera, en consecuencia, se relaciona directamente con las maneras de administrar el tiempo y el poder. Hay una cercanía con lo que Foucault denominó biopolítica, es decir, el control y administración temporal de la vida y de los cuerpos de las personas.  

Pierre Bourdieu, en su libro Meditaciones Pascalianas (Barcelona, Ed. Anagrama, 1999, pág. 302), señala que la espera es una de las maneras privilegiadas de experimentar el poder, así como el vínculo entre el tiempo y el poder; y habría que inventariar, analizar todas las conductas asociadas al ejercicio de un poder sobre el tiempo de los demás, tanto por parte del poderoso (dejar para más tarde, dar largas, dilatar, entretener, aplazar, retrasar, llegar tarde; o la inversa, precipitar, sorprender) como del paciente, como suele decirse del universo médico, uno de los paradigmas de la espera ansiosa e impotente. La espera implica sumisión (…).

 La única manera de dar cuenta de la espera, de inventariarla como pide Bourdieu, es a partir de la investigación empírica. Desde los servicios de salud, de jubilación, pasando por la prisión preventiva o las filas de camiones en la frontera chilena, la espera materializa formas explícitas e intensas de dominación.