Mariposa traicionera

El título que da paso a esta nota hace tácita alusión al tema que interpreta el grupo mexicano Maná, considerada una de las obras musicales más conmovedoras y cuyas sensaciones son capaces de internarse furtivamente en los profundos confines del alma, y desde allí, pulsar una de las teclas más sensibles del corazón humano.
“Eres como una mariposa. Vuelas y te posas vas de boca en boca. Fácil y ligera de quien te provoca (…)”, comienza a oírse en la voz, ronca y profunda, de Fher, su vocalista, cuyo sentimiento parece sobreponerse a sus palabras, que permiten inferir que se trata de una sutil confesión o un abierto desahogo de su propia experiencia de vida.
Fuere lo que fuese, no sería ni el primero ni el último en haberse topado con una de las “debilidades” más perturbadoras del género humano: la traición. Y es que la traición existe desde que el mundo es mundo, y continuará existiendo mientras el planeta permanezca girando en el espacio, con hombres y mujeres expuestos(as) en tanto y en cuanto el amor asuma su razón de ser.
A mediados del siglo XIX, el novelista francés Gustave Flaubert se abandonó a sí mismo por un lapso de seis años para entretejer una de estas historias de amor y traición. Madame Bovary tituló a su novela, cuya principal protagonista, la bella Emma Rovault, hija única de un humilde granjero, pretende vivir todas las aventuras que los cuentos relatan. En ese afán, sale en busca de amoríos, se convierte en adúltera y acaba su vida de la manera más trágica. Mientras su marido, un hombre bonachón y hasta cierto punto abúlico, también muere afectado por tan hondo dolor.
Real o ficticio, el entramado de la obra invita a reflexionar sobre los valores morales o las emancipaciones disipadas. A esas mismas elucubraciones puede también conducirnos el escritor ruso León Tolstoi, de cuya pluma emerge Ana Karenina, obra que relata el florecimiento de dos amores que discurren de manera simultánea y en el que su personaje principal, de nombre similar al del título y esta vez de la alta sociedad, abandona a su esposo e hijo para irse tras su amante. Su final, tan fatídico como el anterior.
“Vuela amor, vuela dolor. Y no regreses a un lado. Ya vete de flor en flor seduciendo a los pistilos. Y vuela cerca del sol pa’ que sientas lo que es dolor (…)”, continúa la canción de Maná y nos trae de la mano un recuerdo todavía fresco de nuestro entorno: la de una “Mariposa de amor”, que revoleaba los pináculos del principal edificio de la plaza Murillo, quizás no “traicionera”, quizás sí “mentirosa”, pero que con sus veleidades estuvo a punto de desmoronar un tal llamado “proceso”.