Vergüenza en la OEA
Queda patente el mal momento de la más importante institución de integración americana
La sesión de ayer del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) tuvo entre sus puntos de la agenda un debate sobre la necesaria institucionalidad del organismo y las vulneraciones que se le hicieron días atrás, cuando 23 de sus Estados miembro sesionaron sin la presidencia, ejercida entre abril y junio por Bolivia, en una suerte de golpe institucional.
Urgidos por debatir sobre la situación política en Venezuela en el más importante foro interamericano, varios miembros de la OEA (entre ellos Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, EEUU, Jamaica, México, Panamá, Paraguay y Perú) se autoconvocaron el lunes, ignorando la decisión anunciada por la Misión Permanente de Bolivia ante el organismo, en Washington, de suspender la sesión del día porque la presidencia no había sido suficientemente informada sobre el tema del debate ni, seguramente, de la propuesta de declaración presentada por los países antes nombrados.
El desaguisado de los países que pretendían aplicar la Carta Democrática de la OEA a Venezuela, donde días antes la Corte Suprema había cesado las funciones de la Asamblea Nacional al declararla en desacato, sobre asuntos juzgados con anterioridad referidos a la habilitación fraudulenta de asambleístas de oposición, mereció el reclamo del Canciller boliviano, quien afirmó que la sesión había sido convocada “de manera fraudulenta y usurpando atribuciones de la legítima presidencia”, además de lamentar que el organismo haya tomado decisiones que alientan la división en lugar de la unidad para solucionar conflictos.
Fue tan impropia la actuación de los reunidos el lunes, que la declaración fue finalmente adoptada sin votación ni consenso, pero por “mayoría”, echando más sombras de duda sobre el procedimiento, ya vulnerado en el momento en que el Secretario General del organismo (cuya querella con Venezuela es evidente desde el primer día de su mandato) habilitó como presidente interino del Consejo al representante de Honduras.
Es posible, sin embargo, cuestionar, como lo han hecho algunos conocedores de la diplomacia boliviana, el modo en que el representante de Bolivia gestionó el caso, desde el momento en que decidió suspender la reunión, en vez de conducirla e interponer sus buenos oficios como diplomático para evitar la declaración, que ya había quedado obsoleta en cuanto el Presidente venezolano convocó al máximo tribunal de justicia de su país a revisar su decisión y restituir su mandato constitucional al Poder Legislativo. Con todo, lo que queda patente con más claridad es el mal momento de la más importante institución de integración americana, que nuevamente confirma su vocación de servir a los intereses de los miembros más poderosos, incluso si al hacerlo mella la dignidad y soberanía de algunos otros Estados con presencia en el organismo.