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‘Canchas Blancas’, el heroísmo traicionado

Recientemente se publicó el diario del coronel Ezequiel Apodaca, segundo al mando de la unidad dirigida por el coronel Lino Morales que derrotó a las fuerzas chilenas en Canchas Blancas. El diario, que permaneció oculto durante décadas, describe el comportamiento de la Quinta División al mando del general Narciso Campero, quien, estacionado en Cotagaita, lejos de contribuir al esfuerzo bélico en la línea de combate se dedicó a conspirar contra el presidente Hilarión Daza, para avanzar después hacia Oruro y derrocar al Gobierno.

En su diario, Apodaca describe las intrigas de Aniceto Arce, quien junto a personeros de la mina Huanchaca (cuyo principal accionista era el chileno Melchor Concha y Toro) visitan a Campero, quien encabeza la conspiración desde la retaguardia. Pese a la actitud traidora de Campero, una de sus unidades, compuesta principalmente por chapacos, y con el apoyo de indígenas de la zona, se enfrentarán contra una poderosa columna chilena cerca de Canchas Blancas el 12 de noviembre de 1879, logrando la victoria más importante de Bolivia en esta guerra, causando 330 muertos a los enemigos. Campero, que desconocía esta heroica acción, recibió fríamente a los victoriosos jefes bolivianos y se encargaría de ocultar la documentación sobre la batalla, casi desconocida hasta no hace mucho. Similar actitud se asumió con la batalla de Tambillo, acaecida pocos días después, en la cual una fracción al mando del coronel Rufino Carrasco proporcionó otra derrota al invasor.

Después de la batalla de Canchas Blancas, el coronel Villarpando, del regimiento Ayacucho (bajo el mando del coronel Morales), arenga a los soldados: “Soldaditos (…) queridos hijos míos, ustedes han salvado a Potosí (se baja de la altura en la que estaba y se sienta a llorar de forma que hace llorar a todos)… lloro de emoción, porque hemos ganado, hemos defendido la patria, desde aquí, abandonados por ese cuchi de Campero” (Memoria del Coronel Ezequiel Apodaca: Potosí, Cotagaita, Camino a Canchas Blancas, 1879, 1880. Edición del Ministerio de Defensa, La Paz, 2017. pg 44). El material incautado y los relatos de los prisioneros —tal como se describe en el diario— prueban la intención de las fuerzas chilenas de llegar más allá de Potosí, e incluso generar tensiones entre Paraguay y Argentina, por lo que no resulta extraño que Chile no iniciara consejo de guerra alguno contra sus oficiales derrotados, y que con la complicidad de sus agentes y la gran minería, interesada en un arreglo rápido con Chile para poder exportar el mineral acumulado, casi toda la documentación de la batalla desapareciera, al extremo de que en páginas de la historia esta batalla no existe, o que en otros relatos, como en Wikipedia, se afirme que se trata de un “mito”.

La acción de los quintacolumnistas en relación con Chile empezó antes de 1879. El Mariscal Andrés de Santa Cruz, derrotado en 1839 por el general chileno Bulnes en Yungay, fue combatido por su propio vicepresidente, José María Velasco, quien felicitó a los chilenos por haber derrotado al Mariscal de Zepita. El posterior destierro en Chile durante tres años de Santa Cruz gozó del apoyo del Gobierno boliviano. Agustín Morales, quien intentó comprar armamento en previsión a la amenaza chilena, fue frenado por el Congreso, dominado en aquel entonces por agentes de la gran minería, Congreso apátrida que también liberó del pago de impuestos a la empresa minera Arteche. En 1904 los quintacolumnistas que entregaron el Litoral a cambio de ferrocarriles para sus minas adujeron argumentos como cordura, en otras palabras, pasividad frente a la felonía.

Cuando uno escucha a los quintacolumnistas contemporáneos repitiendo como loros los argumentos chilenos, y ni una sola palabra de apoyo a nuestros compatriotas detenidos en Chile o solidaridad con nuestros periodistas ultrajados, uno no puede dejar de recordar la frase de Marx que sostenía que la tragedia se repetía en la historia como comedia.

* es ministro de Defensa del Estado Plurinacional de Bolivia.