Icono del sitio La Razón

Dedicación exclusiva

Toda mi vida he estado dedicado a la actividad académica y doy gracias a Dios por haberme dado la posibilidad de ganarme mi sustento haciendo lo que me gusta. A medida que fueron pasando los años, la tarea se hizo más complicada, y a pesar de mi empeño, la escalada presenta mayor pendiente.

Los primeros años después de concluir mis estudios de doctorado fueron los más productivos en investigación y enseñanza, gracias a lo que pude aprender de los textos en los que me había formado, pero a medida que pasaron los años, aquellos libros en los que me apoyaba para mis clases e investigaciones fueron perdiendo actualidad; como dice un colega, poco a poco se iba cayendo la estantería. Los textos de análisis matemático de Demidovich y de Protter Morrey fueron quedando casi como recuerdos en mi biblioteca. Mi texto más querido, Mathematical Optimization and Economic Theory, del profesor Michael D. Intriligator, ya no me podía dar todas las respuestas, al igual que el libro de Teoría Microeconómica de Mas-Colell ya no era lo máximo como cuando estaba de estudiante; ni qué decir de mis conocimientos de programación en Fortran.

El mantenerse al día en el avance del conocimiento científico es, sin lugar a dudas, la actividad más estimulante que uno puede experimentar; sin embargo, este grato estímulo cada vez se va templando frente al inexorable avance de la ciencia, que cambia de panorama cada vez con mayor velocidad. El problema no es la dirección del cambio, sino su velocidad y nuestra capacidad para seguir el ritmo, hay que correr lo más rápido que uno pueda para, por lo menos, mantenerse en el mismo lugar.

John Cotton Dana decía que quien se atreve a enseñar nunca debe dejar de aprender, acotando que en promedio aquello que se enseña debería actualizarse anualmente en un 25%, es decir que después de cuatro años lo que uno enseña debería haberse actualizado en un 100%. Es preocupante ver que algunos de mis colegas todavía enseñan utilizando textos de hace 20 años o, peor aún, repitiendo cada semestre lo mismo que enseñaban hace 10 años.

Las universidades deben moverse a la misma velocidad que lo hace el conocimiento científico, y para ello es importante que busquen que la mayor parte de su plantel docente, por lo menos en las áreas de ciencias, esté dedicado con exclusividad a la universidad; así como también es obligación del Estado generar los mecanismos competitivos para financiar la investigación académica. Si no se transita por este camino, a la larga, el costo de no contar con la principal fuente que impulsa el desarrollo resultará mucho más alto.

Es economista y vicerrector de la Universidad Católica Boliviana.