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Terror en Siria

El jueves por la noche, Estados Unidos lanzó un ataque con misiles contra una base aérea en Siria como represalia por el uso de bombas químicas contra la población civil de ese país ocurrido días antes. La acción unilateral de la potencia del norte ha provocado intensas reacciones en todo el mundo y, sobre todo, alarma por las implicaciones que podría tener.

En efecto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se tomó 63 horas luego del ataque con gas sarín (considerado uno de los peores agentes químicos y ampliamente prohibido en el derecho internacional) para ordenar la primera acción militar de su mandato. Según un recuento de New York Times, las bombas químicas cayeron en Khan Sheikhoun, un pueblo de la provincia de Idlib. Y casi inmediatamente las redes sociales se llenaron de imágenes y videos mostrando a las personas, niños especialmente, muriendo intoxicadas. Lo cual sirvió al Mandatario estadounidense para justificar su bombardeo sobre la base militar desde donde, según la Inteligencia estadounidense, partieron los aviones que arrojaron las bombas de gas.

El viernes, el presidente sirio, Bachar al Asad, negó su responsabilidad en el bombardeo y condenó el ataque de Estados Unidos, calificándolo de “idiota”. De igual manera, el gobernante ruso, Vladímir Putin, condenó el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk y señaló que los únicos beneficiados con la acción bélica son los rebeldes que combaten al Gobierno sirio y el Estado Islámico, que comenzaba a ser reducido gracias a una acción conjunta entre sirios y rusos.

El Consejo de Seguridad de la ONU sesionó de emergencia para tratar el asunto y allí la Embajadora de Estados Unidos, además de justificar la acción unilateral (condenada por Rusia, Bolivia y otros países), sugirió que podría haber más intervenciones militares de ese tipo. A su vez, el Secretario General de la organización afirmó que “no existe otra vía para poner fin al conflicto (sirio) que una solución política”, por lo que llamó “a todas las partes a renovar su compromiso para hacer avanzar las discusiones de Ginebra”.

Finalmente, el debate de académicos y expertos se centró en las posibles consecuencias que tendrá el nuevo ímpetu belicista de Trump, que si en 2013 instó al presidente Obama a no intervenir en Siria y en 2016 hizo de esa posición una promesa de campaña, hoy se muestra inclinado a acrecentar su poder bélico y, sobre todo, a usarlo. El problema es que para muchos Siria es el síntoma de algo más grave. Mientras tanto, el Mandatario estadounidense obtiene un respiro ante una opinión pública crecientemente descontenta con su gestión, pero entusiasta por la aventura militar.

Ahora mucho de lo que pueda suceder en lo inmediato y más allá depende de la actitud que adopte Rusia, tanto en el campo de guerra como en las reuniones diplomáticas. El mundo atraviesa una situación altamente volátil.