La ley del más fuerte
En la vieja tradición del lejano Oeste, Trump ha optado por disparar primero e investigar después
Ya sea por un prejuicio o predisposición contra la palabra de Siria, la fuerza de la costumbre o la intención de enviar un mensaje al mundo sobre su poderío bélico, el hecho es que Estados Unidos se ha pasado por el forro, como dicen los españoles, el derecho internacional, la Carta de Naciones Unidas, el sentido común y el riesgo de un conflicto con Rusia.
En la vieja tradición del lejano Oeste, Donald Trump ha optado por disparar primero e investigar después exactamente cuál fue la procedencia de los químicos que causaron semejante horror y devastación entre la población civil del pequeño poblado Khan Sheikhun. Los halcones del intervencionismo bélico y colonial (Alemania, Reino Unido, Francia e Israel, entre otros) no se han demorado en apoyar y elogiar semejante aventura. Lo propio con el apoyo que la monarquía de Arabia Saudí (cabeza de su propia “coalición” exterminadora de civiles houthis en Yemen), que identificó al bombardeo como una clara señal de que los ataques químicos no serán tolerados.
Toda acción unilateral de naturaleza bélica, que prescinde de la ley y las normas vigentes, le resta autoridad moral a quien la efectúa, cualquiera que sea el pretexto. Máxime si la historia registra muchas otras ocasiones en que el interés de ese país ha llevado a enormes tergiversaciones de la verdad, como fue el caso con la evidencia falsa de la presencia de armas de destrucción masiva en Irak, presentadas en el Consejo de Seguridad de la ONU por Colin Powell. Debería resultar aleccionador caer en cuenta que esa invasión de 2003 y su posterior ocupación ha dejado hasta la fecha una secuela interminable de guerra, destrucción y el derramamiento de sangre de decenas de miles de civiles inocentes. Por supuesto que para las coaliciones encabezadas por Estados Unidos el daño “colateral” de civiles, por más previsible que sea, nunca cuenta. No sorprende que en esa ocasión se hayan destacado en la coalición contra el mal el Reino Unido, Francia y España.
Ni hablar de cómo han quedado Afganistán y Libia después de las intervenciones militares occidentales. No ha habido ninguna autocrítica a lo que lleva la acción bélica cuando el país más poderoso del mundo y sus principales aliados se arrogan las funciones de acusador, juez y verdugo.
Cuando impera la ley del más fuerte, es solo cosa de tiempo hasta que se formen nuevas coaliciones militares contrapuestas, formales e informales. El mundo actual, multipolar, que cuenta ya con el poderío bélico de Rusia y China, difícilmente aceptará pasivamente una nueva ola de intervencionismo unilateral que alienta las llamas del extremismo político y religioso y pone en peligro la estabilidad geopolítica y las economías de grandes regiones. Se habla mucho de la globalización, pero el continuo intervencionismo, la beligerancia de las grandes potencias, el surgimiento del neofascismo europeo y procesos como el brexit han puesto en marcha una contra tendencia muy peligrosa: un nuevo feudalismo a escala mundial.
América Latina todavía puede, y debe, sustraerse de estas tendencias, haciendo causa común a favor del imperio de la ley, el respeto a las normas internacionales y acelerando nuestro proceso de integración.
* es politólogo y consultor sobre educación internacional.