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Asaí para la adaptación

La recolección de asaí podría promover el desarrollo de las comunidades indígenas del norte del país

/ 18 de abril de 2017 / 04:23

El asaí es considerado uno de los 10 superalimentos del planeta, calificado así por su gran concentración de antioxidantes, que ayudan a combatir el envejecimiento prematuro. A escala mundial el asaí brasileño (principalmente el Eutrerpe oleracea) ha ganado reconocimiento por su elevado poder antioxidante. Sin embargo, investigaciones recientes demuestran que el antioxidante que posee la especie nativa de Bolivia, el Euterpe precatoria, es 80% superior al de los frutos de la Euterpe oleracea.

La palmera de la que se recolecta el asaí boliviano se encuentra principalmente en los bosques amazónicos de La Paz, Pando, Beni y Santa Cruz; casualmente los mismos en los que se recolecta la castaña; fruto cuya producción, cabe recordar, sufrió una drástica reducción este año, debido a la falta de lluvias por causa del cambio climático, la deforestación y la degradación de los bosques.

Si bien algunas comunidades campesinas e indígenas han decidido recientemente aprovechar las oportunidades de un mercado creciente y otorgar valor agregado al asaí a través de la comercialización de pulpa en el mercado nacional, su principal fuente de ingresos monetarios continúa siendo la recolección de castaña; fruto clave de una economía estacional, en la que la recolección de asaí constituye una actividad complementaria, como parte de su estrategia de subsistencia.

La naturaleza es muy sabia. Afortunadamente el periodo de recolección del asaí (época seca) no interfiere con el de la castaña (época de lluvia), y podría constituirse en una estrategia efectiva de diversificación de ingresos, adaptación al calentamiento global y manejo integral y sustentable de los bosques, principalmente en las regiones del norte amazónico cuyas estrategias de subsistencia se han visto afectadas por la crisis climática.

Pero primero se debe dinamizar la cadena de valor del asaí. Para ello resulta imperioso incorporar las lecciones aprendidas de las recientes denominadas crisis del sector forestal y de la castaña. El fortalecimiento del primer eslabón es clave, con la efectiva incorporación de los recolectores en la cadena productiva. Para ello se deben promover arreglos institucionales que aprovechen las fortalezas de cada actor, a fin de evitar intermediarios que debiliten las posibilidades de desarrollo de los recolectores en la cadena. Ello ha sucedido por ejemplo con el “habilito” y la competencia entre empresas y comunidades en el sector forestal. Además, la simplificación de los instrumentos de gestión de bosques contribuiría a su real implementación, principalmente entre las comunidades indígenas y campesinas, donde se encuentran estos importantes bosques.

* es directora ejecutiva de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). 

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Venta de carne y deforestación

/ 30 de abril de 2019 / 04:43

Bolivia es un país por esencia amazónico (el 65% del territorio nacional pertenece a la cuenca amazónica). La dinámica de cambios detectada desde 2000 hasta 2017 (18 años) indica que las formaciones vegetales de la Amazonia (bosque, arbustos y/o pastizales, entre otras) se han transformado en un 5%; cambio que en términos de superficie representa la pérdida de 3,6 millones de hectáreas forestales. El uso de suelos para la agricultura y la ganadería se ha incrementado en 122%, pasando de 3 millones a 6,7 millones de hectáreas. Estos datos ubican a Bolivia en el segundo país con mayor transformación de la Amazonia después de Brasil; siendo la ganadería el principal motor principal de la deforestación reciente.

En los últimos días se firmó un protocolo de requisitos de inspección, cuarentena y sanidad veterinaria para consolidar la exportación de carne de res boliviana al mercado chino. Mientras la industria celebra, también se disparan las alarmas para el sector ambiental. Y hay razones suficientes para disparar las alarmas. Miremos el ejemplo de Brasil que el año pasado rompió récords de exportación de carne: 1,6 billones de toneladas.

China es el mayor comprador de carne brasileña. La deforestación en el país vecino también se ha incrementado significativamente en los últimos años, y lo que preocupa es que los impactos de la destrucción de la Amazonia no están necesariamente vinculados con el desarrollo económico. De hecho, estudios recientes evidencian que la producción agrícola en los bosques amazónicos puede ser extremadamente ineficiente en términos de uso de la tierra.

Se desconoce si el mercado chino está o no comprometido con la deforestación y la cadena de producción de carne. Las alarmas no buscan que las empresas chinas o de otros países dejen de comprar este producto debido a los altos índices de deforestación, sino hacer que las empresas impulsen cambios en la cadena productiva de la carne que impidan la deforestación.

Las oportunidades para el agronegocio con la posible exportación de carne a China y Rusia deberían venir acompañadas con una serie de medidas estructurales que impulsen una producción sostenible de carne en el país. Siguen siendo tareas pendientes el fortalecimiento de las entidades encargadas del monitoreo de la deforestación, el control y la fiscalización del cumplimiento de la normativa forestal, y la promoción de una producción más eficiente. Es decir, medidas que permitan aumentar la carga animal, así como la promoción de buenas prácticas ganaderas y la construcción de un sistema de trazabilidad, entre otros temas urgentes.

* Directora de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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Desafíos ambientales

/ 22 de enero de 2019 / 02:58

Este 2019 trae consigo varios desafíos ambientales en un año electoral en Bolivia. La agenda ambiental no será el centro de atención de los candidatos, ni tampoco se constituye en una demanda ciudadana a la hora de evaluar las propuestas electorales o los programas de gobierno. A esto se suma un escenario internacional complicado. En los últimos meses, algunos ministerios de medioambiente de los países vecinos han sufrido la intromisión de los sectores agrícola, petrolero y minero. Mientras la deforestación en la región sigue en aumento, la agenda política regional propone simplificar las licencias ambientales y aligerar la carga fiscal de los productores rurales. Estas señales evidencian que la agenda política extractivista estará por encima de la agenda ambiental sustentable.

En Bolivia se prevén complicaciones por la exportación de gas, el principal ingreso económico del país. Esto podría significar una simplificación de los requisitos ambientales para poder cumplir las metas de exploración y explotación. A ello se suman las presiones de sectores fuertes como los cooperativistas mineros, quienes exigen poder operar dentro áreas protegidas y la simplificación de las licencias ambientales.

Alcanzar la meta de deforestación ilegal cero hasta 2020 sigue siendo un gran desafío. Mientras la deforestación sigue incrementándose en Bolivia, existe una evidente no-articulación intersectorial en la agenda de tierras y bosques. La lucha por preservar nuestros bosques no es tarea de una sola institución, necesita ser abordada de manera transversal e intersectorialmente por todo el Estado.

El cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. Se ha advertido incansablemente que si no se toman medidas drásticas hoy, será más difícil y mucho más costoso adaptarse a sus efectos en el futuro. En Bolivia el financiamiento climático aún es bajo y la adaptación al calentamiento global se da solo a través de iniciativas puntuales; no existe una transversalización en las agendas de desarrollo local, y aún tratamos el tema como la atención a desastres.

Con el desarrollo industrial y el crecimiento demográfico, las principales ciudades del país se expanden aceleradamente, y con ello también se deteriora su calidad ambiental. La escaza cobertura vegetal y las funciones ambientales de las cuales dependen las ciudades están sujetas a una presión cada vez mayor por causa de la contaminación. Urge repensar la planificación urbana considerando los temas ambientales.

La agenda de desarrollo principalmente extractivista, la deforestación, el cambio climático y el desarrollo urbano son tan solo algunos de los desafíos ambientales que los ciudadanos deberíamos tener en la mira a la hora de tomar de decisiones en un año electoral.

* Directora de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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Sin plásticos

/ 12 de junio de 2018 / 04:00

El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente. La ONU estableció esta fecha en 1972 pidiendo “a los gobiernos y a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas que todos los años emprendan en ese día actividades que reafirmen su preocupación por la protección y el mejoramiento del medio ambiente, con miras a hacer más profunda la conciencia de los problemas medioambientales”. Muchos nos preguntamos por qué tantos días internacionales, ¿para qué sirven? Su principal propósito es concientizar, llamar la atención sobre un asunto importante y pendiente, de tal manera que los

Estados actúen y tomen medidas, o en su defecto, para que los ciudadanos así lo exijamos a nuestros gobernantes.

El lema de este año, #SinContaminaciónporplásticos, es un llamado a fomentar la conciencia y la acción global para eliminar la contaminación por plásticos. Si bien el plástico tiene muchos usos valiosos y nos ha facilitado la vida en muchos sentidos, nos hemos acostumbrado a darle un solo uso para después desecharlo de manera alarmante. En el mundo se utilizan cerca de 5.000 millones de bolsas plásticas cada año; cada minuto se compran 1 millón de botellas de plástico, y el 50% de los plásticos que consumimos son de un solo uso.

Si bien la preocupación mundial está centrada en la gran cantidad de plástico que se vierte a los océanos, cerca de 13 millones de toneladas, causando la muerte de al menos 100.000 animales marinos al año, en Bolivia el elevado consumo de plástico también es preocupante, principalmente en las ciudades capitales, por cuanto genera serios problemas de contaminación en las cuencas urbanas.

La contaminación por plásticos es un desafío ambiental que debe ser atendido, ya que se espera que la producción mundial de estos productos se duplique en los próximos 15 años. Debemos replantear la forma en que producimos, usamos y gestionamos el plástico. En esta tarea los gobernantes, el sector privado y los ciudadanos tenemos roles que cumplir. Los gobiernos deben liderar la promulgación de políticas y leyes que impulsen una economía que frene la producción y uso innecesario de plásticos desechables. El sector privado está llamado a innovar su forma de producir y a ser ambientalmente responsable. Los ciudadanos debemos actuar como consumidores informados, exigiendo productos sostenibles y cambiando nuestros hábitos de consumo.

Es impresionante el poder que los consumidores podemos jugar para cambiar las reglas de juego. Invitamos a que cada uno de nosotros nos sumemos a los miles de ciudadanos responsables que están rechazando el uso innecesario de bombillas, platos y cubiertos desechables, y que ya no usan bolsas plásticas para las compras diarias. Con pequeños cambios podemos hacer la diferencia.

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El desafío de la restauración

/ 6 de febrero de 2018 / 04:00

Cerca del 30% de la superficie de la Tierra está cubierta de bosques, y aproximadamente 1.600 millones de personas dependen de ellos. Sin embargo, cada año se pierden 12 millones de hectáreas de áreas forestales en los trópicos, debido a su destrucción o degradación permanente. En Bolivia, los bosques abarcan aproximadamente el 44% del territorio (48,5 millones de hectáreas); y se estima que hasta 2015 fueron deforestadas al menos 6,3 millones de hectáreas.

En 2017 se consolidaron varios compromisos internacionales para la restauración de paisajes. Este proceso es entendido como la “planificación que busca recuperar la integridad ecológica y mejorar el bienestar humano en paisajes boscosos deforestados o degradados” (Mansourian 2005). Este avance fue posible gracias a los acuerdos asumidos por los gobiernos para cumplir metas globales (Desafío de Bonn), compromisos vinculantes como los suscritos en el Acuerdo de París, metas nacionales (Indc), e iniciativas internacionales para preservar la biodiversidad y los recursos naturales (Metas de Aichi, etc.), entre otros.

En Bolivia, la Ley de la Madre Tierra define la restauración como “el proceso planificado de modificación intencional de una zona de vida o sistema de vida alterado, con el objetivo de restablecer la diversidad de sus componentes, procesos, ciclos, relaciones e interacciones y su dinámica, de manera que se aproximen a las condiciones preexistentes al daño causado”. Además, explícita metas para incrementar la cobertura boscosa en 4,5 millones de hectáreas para 2030 a través de programas de forestación y reforestación. No obstante, la puesta en práctica de estos mandatos ha sido baja, y no se percibe como una necesidad nacional. Claro ejemplo de ello es la ausencia de coberturas boscosas significativas en las tierras bajas y en los Yungas de La Paz.

Los deficiencias más evidentes en este tema incluyen la falta de claridad entre el enfoque de reforestación y el de restauración de paisajes; el desconocimiento en la sociedad respecto a los beneficios de la restauración, así como la ausencia de información y conocimiento sobre biología y propagación de las especies vegetales. El plantar millones de árboles no basta para garantizar la restauración de paisajes, cuyo fin último es el de recuperar ecosistemas y optimizar el uso de la tierra. Se necesitan investigaciones y estudios que nos permitan enfrentar los desafíos conceptuales y prácticos en el contexto de la gobernanza de los bosques.

Estamos ante un momento climático crítico, por lo que debemos buscar de manera prioritaria formas para revertir la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad y del capital natural, reduciendo la deforestación y a la vez restaurando paisajes deforestados y/o degradados.

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La Bolivia del siglo XVIII

/ 26 de diciembre de 2017 / 10:57

En el siglo XVIII un economista llamado Thomas Robert Malthus expuso una teoría en la que afirma que si la población humana continuara creciendo, la producción de alimentos no podrá mantenerse al ritmo de la demanda, ya que se necesitaría más tierras cultivables, que es un recurso fijo y, por lo tanto, no habrá suficiente comida para todos. El resultado, advirtió, sería una terrible hambruna que mataría a muchas personas. En términos ecológicos, Malthus argumentaba que la población humana estaba en riesgo de superar su capacidad de carga (la cantidad de individuos que pueden ser respaldados por un hábitat específico).

Ester Boserup (1910-1999), economista danesa especialista en desarrollo de la agricultura, argumentó que la amenaza de la inanición y el desafío de alimentar cada vez más bocas motiva a las personas a mejorar sus métodos de cultivo e inventar nuevas tecnologías para producir más alimentos.

En efecto, la innovación tecnológica ha logrado resolver problemas ambientales serios, como en su momento fue la creación del automóvil para responder a los problemas que el caballo, como medio de transporte, significaba en el siglo XIX, debido a la cantidad de externalidades negativas que producía, incluyendo las emisiones contaminantes del estiércol que ponían en peligro el medio ambiente y la salud de los habitantes de grandes ciudades.

Pero en Bolivia seguimos pensando que la expansión de la frontera agrícola o la revisión de los límites de las reservas forestales van a impulsar el crecimiento de nuestro sector agropecuario. El tema de tierras y derechos de propiedad son elementos importantes de cualquier estrategia para impulsar el sector, pero necesariamente deben ir acompañados con medidas complementarias que consideren las cuestiones ambientales y el desarrollo integral y sustentable del país.

Aparte de la introducción de transgénicos, no se están tratando adecuadamente las innovaciones tecnológicas necesarias para mejorar la productividad de este sector, uno de los más bajos de Latinoamérica. Urge poner en la agenda la necesidad de fortalecer las entidades dedicadas a la investigación agropecuaria y a la articulación de los distintos dispositivos científico-técnicos dedicados a la innovación de los sistemas productivos agrícolas para mejorar el sistema de producción y productividad.

A medida que los ambientalistas, científicos y políticos modernos debaten el futuro del clima y los recursos del mundo, debemos esperar que Boserup tenga razón, al creer que los seres humanos somos capaces de un ingenio notable frente a un problema. Debemos ser capaces de garantizar la subsistencia en el planeta.

* es directora ejecutiva de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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