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El invierno nuclear

El portaaviones nuclear Car Winson de la naval norteamericana, sus 5.500 tripulantes, sus 100 aviones y helicópteros y quién sabe cuántos submarinos, no iban rumbo a Corea del Norte a imponer “el temor de Dios” a Kim Jong-un, como había dicho Estados Unidos. Más bien al contrario: estaban yéndose en dirección opuesta. Así que mientras el mundo se preparaba para una guerra en la gélida Corea del Norte, el Winson y sus escoltas navegaban plácidamente por las aguas tropicales del Estrecho de Malaca, muy lejos de ese futuro objetivo que no deja dormir a Donald Trump. Es decir, el plan de la flota solo es participar en unas maniobras conjuntas con Australia en el océano Índico.

Lo más patético de esa mentira es que la Administración Trump participó de lleno en ella. El señor Trump utilizó el término “Armada”, que en Estados Unidos se usa con mayúsculas, porque evoca a la Armada Invencible de Felipe II, la cual se emplea para anunciar la madre de todas las batallas navales. “Estamos mandando una Armada. Tenemos submarinos muy poderosos, mucho más poderosos que los portaaviones”, dijo el Presidente estadounidense a la cadena de televisión conservadora Fox News.

Pero dicha Armada navega ahora tranquila por los arrecifes de coral del Estrecho de la Sonda. Camino de la Antártida, si no ha llegado ya, ni los pingüinos se van a librar de sus vínculos con el programa nuclear de Corea del Norte. El Winson les hará una demostración.

Una vez desentrañado el misterio, lo más grave es que puede aparecer “el botón del invierno nuclear” cuando menos se piense. El desarrollo de las armas nucleares cambió la geopolítica para siempre. Esa amenaza sigue estando ahí y depende de la voluntad de una sola persona o de unas pocas para apretar dicho botón. El escenario más preocupante es el del invierno nuclear: un periodo prolongado de oscuridad y frío en el planeta que podría surgir tras una de esas interminables guerras que nos asolan.

Algo así hundiría la producción de alimentos y llevaría a la especie humana hacia su extinción. Y aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre la escala de intercambio nuclear necesaria para desencadenar tal situación, todo apunta a que bastaría con lanzar los arsenales todavía existentes en el mundo. ¿Alarmismo? El riesgo existe.

* es periodista freelance y escritor español.