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Desplazados por la vida

Una cosa sé: no todos los jesuitas bolivianos se sienten representados por Eduardo Pérez Iribarne y sus últimas declaraciones. He conocido a más de uno con criterio amplio e incluyente; sin ir más lejos, el papa Francisco, cuya posición sobre el divorcio dista mucho de la del Director de Radio Fides.

Conocí a Eduardo hace casi 40 años. Cuando fue a mi curso en colegio a dar una charla y se definió como tercermundista. Lo llevó mi mejor maestra de literatura, la entrañable Irma Severich. Luego trabajé con él. De hecho, mi primera incursión en el periodismo fue en Fides. Nada entonces señalaba que un día pudiera decir que los que fracasaban en el matrimonio eran desplazados por la vida.

Una cosa es estar en contra del aborto. Esa posición abarca a casi todos los sacerdotes. Pero atacar de una manera tan poco piadosa (y tan poco inteligente) a millones de personas que, por una u otra razón, se separaron de sus parejas, no termina de cuadrarme.

Como la vida es una de cal y otra de arena, hace muchos años conocí al que devendría en el cura de mi familia, el padre Hugo Varga. Un día lo entrevisté en el programa Muy personal, y le pregunté sobre el divorcio. Me respondió: —Jesús dijo hasta que la muerte los separe, pero no se refería a la muerte física, sino hasta que la muerte del amor los aleje. Qué pensamiento más sabio, más tolerante con el ser humano, más piadoso con nuestros errores.

Algunos años después Hugo diría, en la ceremonia donde mis padres celebraban 50 años de unión, que “para que haya pecado, debe haber maldad. Aquello que se comete fruto de las debilidades del hombre no puede ser llamado pecado, pues no presupone el mal”. Solo tuve una palabra: amén.

En la Universidad Católica un sacerdote de apellido Forgues gritaba que los ateos no amaban, pero Esteban Bertolussio clamaba: “El marxista consecuente ingresará al cielo, el fariseo cristiano, no”. Amén.

Cada cual puede escoger qué Iglesia Católica le gusta, pues hay de todo, desde las hogueras donde quemaron “herejes” y “brujas” (y por supuesto, judíos), hasta los que construyeron las misiones, portentoso ejemplo de respeto a la otredad indígena. Esas misiones fueron levantadas por jesuitas que luego, castigo del Papa de por medio, debieron volver a Europa, pero dejaron su impronta.

De las muchas frases célebres de Jesús la que más me gusta es aquella que dice: “el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra”. Y Eduardo Pérez Iribarne sabe muy bien a qué me refiero.

* es periodista.