Icono del sitio La Razón

Gobierno y empresarios

El Gobierno y la COB acordaron aumentar en 7% el haber básico y en 10,8% el salario mínimo. Los empresarios han expresado su preocupación por esta medida y han solicitado una conversación urgente con el Ejecutivo. Para que sean fructíferos, quizás sea hora de cambiar la modalidad de estos acuerdos, sincerando las diferencias y ampliando la agenda hacia lo que es viable acordar.

Desde este espacio se ha defendido en varias oportunidades la necesidad de una mejor redistribución de la riqueza y efectivo respeto de los derechos de los trabajadores. Pero este proceso debe realizarse cuidando la competitividad de la economía, a tiempo de impulsar más emprendimientos e inversiones privadas. No hay que olvidar que sin empresas y empresarios difícilmente habrá más actividades e ingresos en el país. El empleo estatal no va a tener nunca la capacidad de satisfacer por sí solo las necesidades de la población.

La inquietud empresarial es comprensible, pues el problema deviene no solo por un aumento salarial que incrementa costos en una época con menor actividad económica en varios sectores, sino también por la acumulación de incertidumbres en la legislación laboral, el aumento de la presión tributaria y la complejización regulatoria de varios mercados. En tiempos en los que habría que preservar y alentar los emprendimientos productivos, para pequeños, medianos y grandes empresarios, esta labor se está haciendo cuesta arriba.

Urge pues un diálogo sincero entre empresarios y Gobierno. Es una buena señal que el Presidente haya sugerido analizar incentivos para compensar la situación, pero esto se debe traducir en un nuevo esquema de conversaciones con resultados concretos. Para eso hay que clarificar de inicio los desacuerdos y no dar más vueltas en aspectos donde no hay condiciones para avanzar. En cambio, habría que concentrarse en una agenda de mejoras prácticas en algunas condiciones generales para hacer empresa, pero también acerca de las necesidades específicas de sectores de la economía en los que el sector privado es el protagonista.

Por ejemplo resta mucho por hacer para aligerar las regulaciones impositivas, que afectan desproporcionadamente a las empresas; desmontar la maraña burocrática que implica la creación y puesta en marcha de actividades privadas; optimizar las condiciones de entrada a mercados públicos como en la construcción de obras estatales, venta de medicamentos o alimentos; o concertar protocolos más eficientes y justos para el manejo de contratos laborales que garanticen los derechos del trabajador, pero que igualmente permitan al empleador sancionar a los que abusan o hacen mal su trabajo; junto a opciones razonables para gestionar una reestructuración de su negocio cuando se vea obligado a hacerlo. Hay que ser sinceros sobre lo que se puede hacer y prácticos en el objetivo común de crear más y mejores empleos.