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Colonia feminista

Está en discusión el proyecto de ley para la despenalización del aborto, que se enfoca en las mujeres que viven y sufren las consecuencias en sus cuerpos y en sus vidas de lo que significa ser mamá sin desearlo. Podemos discutir cada una de las causales propuestas en este proyecto de ley, como el hecho de que se plantee otorgar “el permiso” de abortar una sola vez. Como si un extraño pudiese permitirte decidir una única vez y después ya no.

Entendemos las estrategias diseñadas por las compañeras proponentes de este proyecto de ley que apunta a trabajar la doble moral de una sociedad machista y patriarcal, pero también —y sobre todo— el trabajo fino que hace el patriarcado contra nuestros cuerpos de mujeres desde que nacemos; así como toda la violencia de sus instituciones (la familia, la Iglesia, la Justicia, etc.), que ponen la impronta, algo así como marcar en nuestra piel la culpa de nacer y ser mujeres.

Ese trabajo de condicionamiento y domesticación que hacen las instituciones del patriarcado sobre nuestros cuerpos de mujeres cuenta además con la complicidad de los hombres que se alegran de no ser mujeres, y así no tener que cargar con la culpa de serlo. Estos hermanos son los que se convierten en nuestros capataces, patrones y verdugos. Y si bien no todos adoptan por asumir estos roles, hay algunos que sí deciden serlo, y cuentan con el apoyo social, como el manifestado por Eduardo Pérez Iribarne.

Lo que sí ya es el colmo, es la opinión de las hoy feministas que en santa alianza critican esta propuesta de ley y se dedican a llamarnos para corregirnos, a tiempo de hacer una campaña internacional por intermedio de Facebook o de YouTube, que pretende imponernos desde sus logias feministas internacionales estrategias que no plantean ni en sus propios países. Obvio que aquí las llunkufeministas no pierden la ocasión de tirar piedras sobre las parlamentarias, sobre el Gobierno y sobre las organizaciones sociales.

Desde su púlpito de la inquisición feminista neocolonial de las redes hoy se burlan de los pasos que damos junto a nuestras asambleístas, aquí en Bolivia, para despenalizar las decisiones sobre nuestros cuerpos; pasos cautelosos porque conocemos nuestros pueblos y sabemos que es con el diálogo comunitario que logramos avanzar. Lo que no nos limita a la práctica cotidiana de nuestra autonomía, ni tampoco por ejemplo a utilizar la pastilla del día después en el ejercicio de nuestro derecho a decidir.

¿Que se creen estas feministas colonizadoras de nuestros cuerpos de bolivianas? ¿Qué se creen las llunkufeministas bolivianas? ¿Son o se hacen?, ayudan a cerrar las puertas de la discusión en las organizaciones y comunidades con sus campañas coloniales. El aborto es un drama, no somos aborteras, pero la pobreza, el riesgo de nuestras vidas, la violación son una realidad. Y es necesario también hacer una reflexión entre mujeres sobre la responsabilidad que tenemos sobre nuestros cuerpos y nuestras relaciones sexuales. ¡Boliviana libre sí, colonia feminista no!