Hacia una ley de organizaciones políticas
Estamos hartas de que cuando se trata de nuestros derechos la maquinaria legislativa avance a carbón
Como se sabe, nuestro sistema de representación política atravesó un extenso periodo de descrédito y deslegitimación posterior al año 2000 y que se corona como una crisis en 2003 que, en la lectura optimista, permitió a la ciudadanía demandar y fortalecer nuevas formas y escenarios de participación política; y en la lectura pesimista, puso en un aprieto histórico al sistema de partidos políticos nacional, que hasta la fecha no ha logrado reinventarse en clave de democracia intercultural. Esto aún a pesar de que su rol de representación de la sociedad definitivamente no es el mismo, ni es ya protagónico, en el marco del nuevo ordenamiento estatal y jurídico que nos plantea nuestra actual democracia intercultural y paritaria.
También se sabe que nuestra democracia participativa y directa, que como característica prescinde de la mediación de organizaciones políticas, así como nuestra democracia comunitaria, que naturalmente acude a otros mecanismos e instancias para la toma de decisiones, han atravesado en los últimos siete años (estoy pensando en la vigencia de la Ley del Régimen Electoral como marco jurídico que ordena estos procesos ya existentes) por un amplio proceso de fortalecimiento de sus actores, procesos, mecanismos y resultados, en el nuevo marco de la construcción de una democracia intercultural.
Ese es, de manera general, el escenario sobre el cual la democracia representativa forja su camino en este tiempo. Flanqueada por un par de formas de democracia que se fortalecen día a día en el marco de una nueva construcción estatal, que gozan de buena prensa ante la ciudadanía y que generan inquietud en el mundo académico. Y al mismo tiempo, rezagada de los tiempos históricos y políticos, lo que la obliga a una urgente necesidad de reinvención en estos nuevos escenarios. En cambio, los que sí han atravesado novedosos procesos, en clave de construcción y fortalecimiento, han sido los sistemas de representación política subnacionales (concretamente departamentales), sin dejar de lado algún llamativo caso de estudio a nivel nacional.
Ese desafiante y complejo escenario es una de las principales razones por las que urge construir, con prontitud, una Ley de Organizaciones Políticas que supere de manera definitiva la ya obsoleta normativa existente sobre el tema (la Ley de Partidos Políticos y Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas); y que pueda, con claridad contextual, incorporarse al marco normativo vigente que ya encamina y apunta a la construcción y continuo fortalecimiento de nuestra democracia intercultural y paritaria.
Además, y ya como pendiente específico que corresponderá trabajar en ese proceso, lo que se conoce como democracia paritaria (cualidad/apuesta de nuestra actual democracia) concentra actualmente sus mayores logros y sus mejores esfuerzos en apostar por la participación política de la mujer dentro del universo de la democracia representativa. Ese es un tema central que debiera considerarse en la construcción, participativa y plural, de un nuevo marco normativo para el funcionamiento y fortalecimiento de las organizaciones políticas en nuestro Estado Plurinacional. Se trata, pues, de una importante apuesta y un ineludible pendiente para nuestro sistema democrático, toda vez que, se sabe, una manera de intensificar nuestra democracia es democratizando internamente a toda organización política que decida participar de este escenario.
* es comuni-cadora. Twitter: @verokam-chatka.