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Luis

Anduve por los caminos de Lucho: la calle y la iglesia en el barrio de Miraflores donde fue secuestrado, el Matadero Municipal de Achachicala, donde fue sometido a torturas y vejación. Allí están los ganchos con que se arrastra el ganado, los ganchos donde se cuelga su carne. No es difícil imaginar el martirio y terror que vivió Luis antes de los 16 disparos que acabaron con su vida el 22 de marzo de 1980.

Un poco más allá, siempre en Achachicala (piedra vieja, en aymara), se ha construido una capilla en el lugar en el que su cuerpo sin vida fue dejado; y metros más abajo de la falda del cerro se encuentra la pequeñísima plazuela donde el papa Francisco, el 8 de julio de 2015, durante su ingreso a la ciudad de La Paz hizo un alto para decir que “el padre Espinal predicó el Evangelio, Evangelio que nos trae libertad. Nos hace libres”.

Fue mera casualidad que en mi agenda de trabajo de la semana estuviera el asunto de los sacerdotes mártires de América Latina. Y que además coincidiera con el Día del Periodista, gremio y oficio que preocupó en gran medida a Luis Espinal y sobre el que editorializó en el Semanario Aquí. Esta preocupación se recoge en la publicación Callar es lo mismo que mentir, difundida por el Semanario y la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz.

Un día Luis frenó en seco mi ajetreo periodístico en radio Fides. Su voz inundaba el pasillo en la grabación del editorial del día en el que advertía sobre los eufemismos (expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada grosera o demasiado franca, según el diccionario). Decía que a los países subdesarrollados se les llama “en vías de desarrollo”, y que de seguir con eufemismos, dentro de poco a un preso  se le llamará “una persona en proceso de liberación”. Hace 37 años a Luis no se le hubiese ocurrido imaginar siquiera que las cosas, dentro del periodismo, irían más allá de los eufemismos y llegarían a la mentira grotesca y cínica, bajo el pretexto de luchar por valores como la democracia o la libertad de información.

Uno de los conceptos que suele utilizarse con fines políticos y que algunos medios repiten es: “como en las peores dictaduras”, para referirse a la ausencia de atención o incluso sobre la represión que en democracia se ejerce desde el Estado. Hasta en eso Luis es ejemplo. Amenazado para debilitarlo anímicamente, secuestrado, torturado, con el esternón roto, insultado, humillado y ametrallado. Ese es el resumen de las mejores o peores “dictaduras”; con el añadido de la absoluta impunidad.

El dictador Luis García Meza dijo que “los novios de la muerte” habían asesinado a Espinal (paramilitares y militares extranjeros y bolivianos que con terrorismo prepararon el cruento golpe de Estado del 17 de julio de 1980). Como el asesinato de Lucho ocurrió meses antes del golpe, los miembros de la dictadura y la Justicia se lavan las manos.

Hace años fui al coliseo a ver de cerca a uno de los ejecutores de Espinal en su espectáculo de lucha libre. Día por medio me cruzo con miembros de las dictaduras militares por la calle: libres, sin temores, incluso impunes. Cuando de ellos dependía, a la gente de izquierda la martirizaban, la hacían desaparecer o la asesinaban. Hasta en eso Luis, esa buena persona que con su hambre nos ayudó a tener democracia, puso y pone las cosas en su lugar.

* es periodista.