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Como hombre

Desde que tengo uso de razón y fui consciente de lo que oía, escuche las palabras normadoras “es que eres una niña”; y con el tiempo se convirtió en “es que eres una mujer”. Siempre me gustó mi cuerpo, tenía buena pinta cuando me miraba al espejo. Sin embargo, el primer dolor sobre mi cuerpo fue cuando unas niñas como yo me dijeron “Eres una imilla”; es decir, eres indígena. A partir de aquel momento la imagen que me devolvía el espejo empezó a sufrir dudas. Y así, poco a poco, se desató una lucha constante en cómo yo sentía mi cuerpo de mujer y lo que las y los demás esperaban de mí. Me rebelé de todas las formas posibles, pero fui educada y normada para ser una niña y ser bien mujercita.

Cuando, con el feminismo, mi cuerpo entendió que aquello que siempre sentí, ser lesbiana o amar y desear sexualmente como pareja a otra mujer, no era algo monstruoso, sino que era parte de la realidad de las mujeres, fue una gran alegría para mi vida, ya no tenía que ocultarme de las miradas. Pero el sistema de destrucción y dominio patriarcal se inventa siempre nuevas formas de despolitizar las luchas y de diluir los lenguajes a tal punto de confundirnos y de querer dejarnos sin discurso.

Hoy el queerismo, la posmodernidad filosófica, el purismo fascista de la izquierda y la santa inquisición feminista y colonial nos traen como resultado la despolitización y la negación de los cuerpos, para confundirlos con las cárceles que son el género masculino y el género femenino. Hoy cuando el feminismo comunitario reavivó el feminismo en general con el concepto de despatriarcalización y la reconceptualización del patriarcado, el mundo vive un fortalecimiento, dejando caducas las políticas llamadas “de género”.

Sin embargo, a partir de esa victoria del feminismo comunitario el sistema opera confundiéndonos para que continuemos destruyéndonos entre nosotras y nosotros, gente del pueblo, para que ellos y ellas, los de la élite, sigan chupando nuestras vidas para su provecho.

Hoy mujeres fuertes, con palabra, con voz, con propuestas en nuestros pueblos son descalificadas por ser “como hombres”… ¿cómo se atrevieron? Y hay hombres que son juzgados y atacados por el solo hecho de ser varones, sin darles chance a la defensa. Se está trabajando fuertemente en enfrentarnos, ponernos a las mujeres como las víctimas y pobrecitas, y a los hombres como los victimarios y los malditos. En medio, se ubican mujeres y hombres machistas, colonialistas, burgueses y fascistas que defienden purezas y usufructúan de la confrontación entre nosotros y nosotras. No les tiembla la mano ni la boca para linchar y mentir. Y bajo la consigna “¡Son hombres y son como hombres, se lo merecen!”, empezó una cacería de brujas.

Al respecto me pregunto: ¿de verdad estamos parando la violencia feminicida de los hombres machistas hacia las mujeres? La respuesta es No. El feminismo comunitario reivindica la comunidad como el lugar de la construcción educativa y cultural, para erradicar el machismo y luchar contra el patriarcado como el sistema de todas las opresiones.