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Agresiones en nombre de la salud

Empezando por el señor Presidente del Estado hasta el último boliviano, estamos convencidos de la precaria situación del sistema de salud de nuestro pueblo, y compartimos la frustración por no haber encontrado el camino que nos lleve a asegurar una atención médica de calidad para todos los bolivianos, sin exclusiones, ni asimetrías, ni discriminaciones.

Cada día vivimos la vergüenza de protestas de pacientes con cáncer, de niños que piden limosna por televisión para sus tratamientos, de comerciantes que lucran con el sufrimiento de los enfermos, y de la constatación de que grandes grupos marginados nacen, se reproducen y mueren sin enterarse siquiera de su derecho a la salud.

Mientras todo esto se sufre, vemos con desconcierto, asombro y tristeza que aprovechando el drama de la salud se están justificando enfrentamientos en una pugna reprochable plagada de insultos, declaraciones desaprensivas y ofensivas, evocaciones impertinentes y alusiones personales que lesionan inevitablemente la dignidad. Es un gran desacierto pretender resolver en las calles y medios de comunicación el fracaso que arrastramos como país en el ámbito de la salud, con imposiciones, huelgas, maniobras, amenazas, descuentos y obstaculización sostenida. Al final, la insensibilidad e insensatez harán que el único perdedor sea el pueblo.

Son numerosos los componentes que configuran la situación actual. Entre ellos la corrupción, la falta de institucionalización de cargos, la mala calidad de atención, algunas dirigencias con intereses partidarios o personales, la insuficiente infraestructura y equipamiento, la escasez de medicamentos y de personal de salud, la inestabilidad y dudosa capacidad de los grupos gerenciales que manejan la salud en todos los niveles, que son designados sin consensos ni mecanismos confiables.

Asimismo, la descoordinación y enfrentamientos entre los diferentes niveles de gobierno (Nacional, departamentales y municipales) que ocurre por razones partidarias, la paradoja del subempleo y desempleo de profesionales de la salud mientras grandes grupos poblacionales no son atendidos. Y en el estilo de gestión, la ausencia de políticas participativas y concertadoras que logren consensos previos a la implementación de medidas transformadoras como el megaplan de hospitales, la construcción del sistema único de salud, el seguro de salud gratuito, la Ley Integral de Salud y otros.

Es desatinado pretender resolver lo señalado peleándose por un par de componentes insignificantes frente a la magnitud del problema multifactorial que nos ocupa, enfrascándose en miserables y ridículas batallas, asumiendo que todo depende de contar con una autoridad de salud, o del cobro de un formulario, o de agregar un par de artículos a una ley, o de crear una norma más para la negligencia, o de batir récords de auditorías, o de nombrar y cambiar gerentes cuando la estructura y el modelo de gestión son los defectuosos o, finalmente,  oponiéndose gremialmente a todo lo que haga el Gobierno para así tener banderas de lucha.

La solución debe iniciarse con el reencuentro de los bolivianos, que las autoridades y las dirigencias ingresen a una tregua, abandonando exigencias e imposiciones. Luego de que eso se consiga se debe conformar un órgano ampliamente participativo con presencia de los gobiernos Nacional y subnacionales, universidades, colegios profesionales, entes gestores y organizaciones sociales que en tres meses propongan al país un plan concertado e integral que asegure el derecho a la salud de toda la población. De otra forma nada será factible.

* es decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).