Héctor Arce es un jurista que, a mi juicio, siempre ha tenido mucha claridad y experticia en lo que hace. Diría que es un excelente abogado constitucionalista y un comprometido militante de este proceso de cambio.

Sin embargo, en días pasados hemos podido comprobar con mucha tristeza cómo hasta en él los principios y axiomas del Estado patriarcal decadente permanecen intactos, permeando su pensamiento con tanta fuerza que subordinan al gran profesional y lo convierten en un eslabón más de esa cadena de atavismos morales que encogen y subjetivan la mirada, e ignoran los principios jurídicos que Arce domina. Pese a tantos esfuerzos desplegados en estos 11 años de cambios estructurales, ésta es nomás una enorme deuda que pesa sobre la vida de las mujeres.

Podemos comprender que el ministro haya sido educado desde su casa y en toda su vida con principios morales y cristianos. Entendemos su fe y además la respetamos. Sin embargo, él no debe olvidar que, hoy por hoy, es una autoridad del Estado Plurinacional y que al ser parte del andamiaje que mueve al Estado desde el Órgano Ejecutivo debe entender que en muchas oportunidades tendrá que apoyar medidas y decisiones que, como en el caso del Art. 157 del proyecto del Código del Sistema Penal, no sean consonantes con su escala personal de valores, lo que no es otra cosa que sobreponer el bien colectivo por encima del particular modo de ver las cosas.

Una sentencia constitucional como la 206/2014 no se puede llevar a referéndum y Arce lo sabe muy bien. Primero, por haber sido fallo del más alto tribunal del Estado, pero además porque estamos hablando de derechos humanos y esos sí que no se discuten. El ministro lo sabe muy bien, pero la fuerza de su educación patriarcal lo lleva a contradicciones que un revolucionario y un hombre de derecho no se puede dar el lujo de aceptar.

Es tal la fuerza del constructo patriarcal y machista que aunque lo hayamos declarado en la Constitución, el Estado laico aún no ejerce como tal, y será difícil de lograrlo si en el seno del mismo espacio de toma de decisiones las autoridades permanecen atadas a una mentalidad religiosa y moral que estrecha las posibilidades de gobernar para todos, en el marco del vivir bien.

También sabe nuestro ministro que estamos hablando de una refundación del sistema penal boliviano y que esa refundación debe basarse en equilibrio y justicia para todos, especialmente para la vida de las mujeres. 

* es médica feminista especialista en Salud Pública.