Icono del sitio La Razón

Soy ambientalista

En estos tiempos cuando el debate sobre la conservación de nuestros recursos naturales, la reducción de la pobreza o la seguridad alimentaria son de gran importancia, los medios de comunicación muestran a su audiencia muertes, violaciones, secuestros, pero también frivolidades. Y claro, en este escenario hablar del medio ambiente parece una pérdida de tiempo o como algo romántico, en tanto no es considerado como un asunto relevante.

Sin embargo, existen muchos problemas ambientales que deberían preocuparnos, y bastante, a todos. Por ejemplo, la erosión de los suelos, la deforestación ilegal, la expansión de la frontera agropecuaria no planificada, los incendios forestales, las inundaciones, el uso de agroquímicos y agrotóxicos, la contaminación y muchos más. Estas amenazas provienen de acciones humanas, es decir, en mayor o menor medida todos somos los causantes de este deterioro ambiental.

En Bolivia, un grupo cada vez más masivo, cuyos integrantes muchas veces somos tildados de “activistas vestidos de verde” o “abraza árboles”, está poniendo su granito de arena en procura de formar ciudadanos ambientalmente responsables.

El ambientalismo no es una moda, no es algo de hippies, o como algunos llaman, algo de “niños bien”. También conocido como “movimiento verde”, el ambientalismo efectivamente es un movimiento político, social y global que defiende la protección del medio ambiente y que entiende que el desarrollo basado en el crecimiento económico es el responsable de la actual crisis climática que hoy en día vivimos.

Bolivia es uno de los pocos países que ha reconocido que la naturaleza tiene derechos, y más allá de lo “romántico” de este postulado, bien mirado se trata de un cambio de perspectiva que amplía el concepto de derechos de las personas, vinculándoles con el bienestar de la Madre Tierra, y que debería producir cambios en la estructura del derecho e imponer transformaciones en cómo se entienden las políticas ambientales. Ser ambientalista no es ir con la moda, o estar en contra del desarrollo, es ser responsable; respetar los derechos de todos, incluyendo a la Madre Tierra; pensar mejor lo que se consume; ser cuidadoso con el manejo de los residuos; y participar activamente en campañas de protección de la naturaleza.

Y sí, ser un ciudadano ambientalmente responsable es ser consecuente con nuestro discurso. Me declaro ambientalista no por abrazar árboles ni vestirme de verde, ni por moda o porque soy alguien “bien”, sino por la convicción clara de que un desarrollo pleno solo será posible si todos tenemos como base la conservación de nuestra Madre Tierra y el respeto de sus derechos, al igual que los nuestros.

* es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).