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Un G7 dividido

La última cumbre de los jefes de Estado y de gobierno de los siete países más industrializados (EEUU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y Canadá), celebrada el fin de semana en Taormina (Italia), puso en relieve las profundas discrepancias que existen entre Donald Trump y el resto de los líderes del G7 en diversos temas como el libre comercio y el medio ambiente.

En efecto, las discordancias se evidenciaron a partir de pequeños gestos, en las declaraciones de los mandatarios y en el documento oficial que cerró la cumbre. Por ejemplo, no pasó desapercibido el brusco empujón que Trump propinó al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, con el fin de adelantarse y colocarse en la primera fila mientras caminaban en dirección al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para saludarlo.

Tampoco pasó desapercibido el tenso saludo entre los presidentes de Francia y EEUU en el primer encuentro que sostuvieron cara a cara. Trump ha adoptado la costumbre de sostener la mano de sus interlocutores y de estirarlas con fuerza, acción que ha sido interpretada como un gesto de “poder” e intimidación. Sin embargo, el fin de semana Macron decidió tomar la iniciativa, sosteniendo fuertemente la mano de su par norteamericano en un saludo protocolar, y no la soltó sino varios segundos después, pese a que Trump ya lo había hecho. Consultado por este gesto, declaró que “no fue algo inocente (…) Era una forma de mostrar que no vamos a hacer pequeñas concesiones, aunque sean simbólicas (…)”.

Entretanto, las declaraciones más duras fueron emitidas por la Canciller alemana, quien de regreso a su país, el domingo, afirmó a la prensa que los europeos tenían “que tomar el destino en sus propias manos”, ya que “los tiempos en los que podíamos depender completamente de otros hasta cierto punto habían terminado. Es mi experiencia de estos últimos días”, señaló Merkel en referencia a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la consolidación del brexit.

Fue también Merkel quien dejó en claro que la mayor fragmentación devino por la posición de EEUU ante su negativa de confirmar, hasta ahora, su compromiso en la lucha contra el cambio climático, suscrito en el Acuerdo de París. “Toda la discusión sobre el tema del clima fue muy difícil, por no decir muy insatisfactoria”, relató la Canciller. Y esta división quedó plasmada en el documento final del evento, rompiendo así la tradición de maquillar las diferencias internas con un lenguaje diplomático.

Todo lo anterior permite inferir que se avecinan tiempos difíciles para la alianza forjada entre las potencias occidentales desde la Segunda Guerra Mundial; división que puede repercutir en el planeta, ya que la solución de problemas tan complejos como la lucha contra el calentamiento global depende, en gran medida, de las determinaciones que adopten los gobiernos de estas naciones.