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El entorno construido y natural de las urbes

El construir una ciudad significa “colaborar con la tierra en imprimir una marca humana en su paisaje, el cual será modificado para siempre”, afirma Youcenar. Esto sin duda implica mucha responsabilidad, ya que las intervenciones desacertadas son transformaciones irreversibles en las ciudades.

Toda vez que la faz de la tierra fue y aún es modificada por la mano del hombre, el paisaje natural está desapareciendo en ciertas urbes, debido a que su entorno construido es cada vez más dominante como paisaje cultural (esta última denominación como sinónimo de entorno construido).
En la actualidad, como en todas las épocas, las ciudades llegan a demoler hasta edificaciones históricas y cada vez construyen más obras monumentales que alteran la imagen urbana; además, su imposición en ciertos lugares pareciera no importar, ya que su presencia deslumbrante busca denotar que responde a los símbolos del progreso que exige el siglo XXI. Asimismo olvidan en muchos casos al ser humano y su relación con ambos entornos, junto a las implicaciones que esto puede tener con el comportamiento y sus emociones.

Sin embargo, no faltan quienes, ante esta realidad, comienzan a proteger la riqueza del entorno natural que aún conservan las urbes. También se suman a ello las edificaciones de buena arquitectura que son convertidas en patrimonio por el respeto, integración y revalorización del entorno natural que las circunda.

Cabe recordar que la conceptualización del paisaje construido hoy no solo es de interés de los arquitectos, sino también de profesionales de otras especialidades que buscan en conjunto la integración e interrelación de lo construido con la naturaleza. De ahí que esta última inspire, por ejemplo, proyectos donde las cubiertas de césped sobre losas planas o en pendiente dominan la propuesta arquitectónica. Esto quizá para compensar un poco la depredación de la naturaleza, y dar paso a la edificación desmedida que existe en las urbes. Una toma de conciencia algo tardía en algunos casos.

Un ejemplo es la ciudad de La Paz, que ya ha agredido su entorno natural con resultados alarmantes, pues ciertos barrios cuentan con un entorno construido sobredimensionado y desproporcionado, como sucede en Alto San Pedro, las laderas y el centro urbano en su lado este. La falta de espacios abiertos y naturales no solo impulsa la aparición de lugares agresivos y poco amables para el vivir ciudadano, sino también, al tratarse de laberintos donde no existen espacios libres, producen ansiedad.

Quizá existe el temor de proponer intervenciones urbanas en esos barrios debido a que se requiere importantes demoliciones; empero, esto contribuiría a que sectores por fin comiencen a ser planificados, y se “humanice” el vivir de esa ciudadanía. Asimismo, es evidente la falta de matiz (color) en esos lugares entreverados, lo que nos lleva a preguntar ¿no se podría incentivar a los propietarios de edificaciones consolidadas y regularizadas a que por lo menos pinten sus fachadas a cambio de que el gobierno municipal les rebaje los impuestos?

La Paz no debiera seguir sobreconstruyendo el centro urbano, y más bien debería intervenir en barrios donde hoy el entorno construido se reduce a una aglomeración de edificaciones. En esa línea, además de cimentar puentes de integración territorial (hormigón armado), urge erigir aquellos puentes imaginarios que promueven el diálogo y el contacto ciudadano a través de la creación de vacíos urbanos (espacios públicos), que eviten toda suerte de afonía participativa.