No es posible dejar pasar una serie de afirmaciones falsas del expresidente Jaime Paz Zamora expresadas en un artículo realmente insólito y desinformado (Página Siete, 4/6/17), donde compara la elección de Emmanuel Macron como presidente de Francia (2017) y el pacto de gobernabilidad de 1989, cuando su partido, el extinto Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), se alió sorpresivamente con el exdictador Hugo Banzer, quien entonces lideraba la también extinta Acción Democrática Nacionalista (ADN), el ala más conservadora de la derecha, profundamente ineficaz al carecer de un perfil ideológico definido en comparación con otras fuerzas de derecha en las Américas. Ambas agrupaciones representaban una opción política por demás oportunista que desprestigió la columna vertebral de un sistema político sustentado en aquel entonces en los pactos de gobernabilidad.

El Acuerdo Patriótico (AP) formó parte de las coaliciones de gobernabilidad que estuvieron en el centro de la definición del poder, pero con una aclaración: el MIR era un partido con una bajísima legitimidad, tanto política como electoral, pues obtuvo solamente el 21,8% de los votos en las elecciones de 1989, algo más de 300.000 sufragios. Ocupó, por lo tanto, el tercer lugar; mientras que Macron ha concentrado una enorme popularidad tanto en las urnas como en un prestigio bien ganado ante la opinión pública y los medios de comunicación. Lo más trascendental: en Francia se llevó a cabo la segunda vuelta electoral entre los dos contendientes más votados, precisamente para lograr que sea la soberanía del voto popular la que, finalmente, reconozca la victoria del presidente.

En Bolivia (1985-2005) nunca hubo una segunda vuelta, porque la Constitución otorgaba al Parlamento la potestad de elegir al presidente dentro de los tres candidatos más votados. Esta salida institucional viabilizaba la gobernabilidad para tener un nuevo jefe de Estado, pero sin la debida legitimidad ciudadana. Los pactos de gobernabilidad fueron aplaudidos como una solución estratégica y alternativa a las urnas cuando ningún candidato lograba el 51% de la votación. Esto se veía muy bien en la teoría, pero en la práctica las coaliciones de gobierno se transformaron en máquinas burocráticas para generar nuevas oligarquías, las cuales se ocupaban de alimentar el patrimonialismo estatal.

Sin embargo, ya que Jaime Paz insistió en comparar a Bolivia con Francia, un balotaje habría impedido que éste llegue a la presidencia en 1989 y, probablemente, que Gonzalo Sánchez de Lozada ganase nuevamente las elecciones. No se sabe a ciencia cierta, pero justamente la segunda vuelta electoral define políticamente y de manera soberana la titularidad del poder. Un pacto de gobernabilidad para acumular fuerza en caso de no tener el respaldo popular deja mucho espacio para que las élites políticas hagan maniobras llenas de absoluta arbitrariedad. En 1989 se anularon ilegalmente muchas mesas y se usurpó la representación parlamentaria de diputados como Roger Cortez y Víctor Hugo Cárdenas. Paz Zamora nunca representó a la autoridad presidencial legítima y democrática, sino solamente a un conjunto de cálculos personalistas y a la viveza criolla entre estrategas hábiles para ambicionar el poder, pero nunca para tener una visión clara de transformación estatal.

Esta diferencia es crucial: ser presidente en un proceso democrático abierto, constitucional y competitivo marca una enorme distancia entre Macron y Paz Zamora. Además, el mandatario francés nunca se ha identificado ni con la izquierda socialista tradicional ni con el republicanismo o la derecha. Si bien su gobierno de coalición toma en cuenta a destacados líderes políticos y figuras de la sociedad civil, éstos tienen también un reconocimiento pleno dentro del Parlamento francés, que puede otorgar un voto de censura y terminar con el gobierno de Macron. Hay contrapesos democráticos.

Nada es dejado al azar o al abuso. Paz Zamora llegó al poder gracias al abuso de confianza que le permitió la Constitución. Su gobierno fue un ejemplo de democracia delegativa: ser tercero y ejercer la presidencia para hacer lo que uno quiera con gente poco eficiente y muy corrupta, hasta caer en el escándalo de los narcovínculos. “Fueron errores, no delitos”, dijo. Errores de interpretación que molestarían a Macron, quien no tiene nada que ver con Paz Zamora.