Formalizando a Keynes
La ‘Teoría general del empleo’ (1936) de Keynes no presenta ninguna formalización matemática.

Aunque Lord John Maynard Keynes contaba con una buena formación cuantitativa, por sus estudios de matemáticas y teoría de probabilidades realizados en el Kings College de la Universidad de Cambridge, su principal obra, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, lamentablemente no presenta ninguna formalización matemática.
Fue John R. Hicks quien, en el artículo Mr. Keynes and the Classics, a suggested Interpretation (publicado en la revista Econometrica después de un año de la publicación de la obra de Keynes), inició la formalización matemática del trabajo del Lord inglés, abriendo así el camino para la formulación del Modelo Neoclásico. Posteriormente varios destacados economistas siguieron la tradición keynesiana y las bases desarrolladas por Hicks, entre ellos Alvin Hansen, Franco Modigliani, Paul Samuelson y varios otros, hasta los actuales Paul Krugman y Joseph Stiglitz.
En esa misma tradición, el profesor Alfonzo Ávila del Palacio de la Universidad Juárez (México), en su libro Estructura matemática de la teoría keynesiana, asegura que el Estado debe intervenir en las actividades económicas durante periodos de crisis. Esto evidentemente me llamó la atención porque, de acuerdo con mis conocimientos, no creo que exista ningún planteamiento matemático que demuestre la necesidad de intervención del Estado en la economía en ningún momento. Pero, como lo exige el método científico, debía estudiar la propuesta del profesor mexicano para contrastar si mi concepción podía estar equivocada, y eso es lo que hice.
Leyendo el trabajo del profesor Ávila del Palacio se observa que su modelo parte de un error en la formulación del axioma de la completud de la estructura de preferencias, lo cual determina que los resultados de un juego de libre mercado no tengan solución. Por otra parte, en las funciones de reacción del modelo de juegos que se utilizan para demostrar el efecto de las políticas de gasto no se incluye el efecto crowding out, lo cual, desde mi punto de vista, lo conduce a alcanzar una solución forzada; más aún, creo que hubiese sido mucho más adecuado utilizar un modelo de juego estratégico en lugar de un juego en forma extensiva.
De todas maneras, el haber dedicado unas cuantas horas a la revisión de este trabajo me ha servido para refrescar algunos de mis conocimientos, desempolvar mis libros, inducirme a leer nuevas publicaciones y, fundamentalmente, devolverme la gran satisfacción que se siente cuando se retorna a la reflexión académica cuando uno está inmerso en la gestión administrativa.