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Educación, urgente

Una innovación que vino de la mano del Estado, la distribución gratuita de la  “píldora del día después”, pensada como una alternativa a los embarazos no deseados producto de abusos sexuales o circunstancias no planeadas, se puede convertir en un problema de salud pública debido a mala información y mal uso que hacen algunas adolescentes de este medicamento.

En efecto, según datos del Instituto de la Juventud, dependiente del Gobierno Municipal de La Paz, las adolescentes usan las pastillas de Levonorgestrel (el principio activo del fármaco) de modo inadecuado, como si fuera un método anticonceptivo y no un método de, literalmente, emergencia. Dos ejemplos brindados a la periodista de este diario por la especialista que condujo una investigación al respecto ilustran los extremos a los que pueden llegar las jóvenes.

En un caso, una adolescente tuvo relaciones sexuales cinco veces en un mes, con diferentes personas, y en todos los casos tomó la píldora hasta 48 horas después para evitar embarazarse. En el segundo caso, una joven embarazada intentó provocarse un aborto ingiriendo hasta 12 pastillas seguidas, lo que no impidió que esa gestación llegue a buen término.

Ocurre que las jóvenes que acceden a este medicamento, no en los hospitales públicos (donde se lo entrega gratuitamente a mujeres víctimas de violencia sexual), sino en farmacias, donde se vende sin receta a un precio que oscila entre Bs 30 y Bs 58, dependiendo de la marca, están desinformadas acerca del modo de empleo y las posibles complicaciones de usar la píldora de manera incorrecta.

La píldora del día después debe emplearse cuando ha fallado el método anticonceptivo. Su efecto consiste en inhibir o postergar la ovulación, impedir el paso de los espermatozoides al volver más espeso el moco cervical, o impedir la anidación de un óvulo fecundado en el endometrio (la pared del útero). Quienes consumen el fármaco registran una alteración en su ciclo menstrual, razón por la cual se recomienda tomar esta píldora máximo cuatro veces al año.

El mal uso del medicamento puede causar desde alteraciones en el aparato genital hasta problemas de fertilidad, pasando por aumento de peso e inflamaciones asociadas a fuertes sangrados y desórdenes hormonales. También es posible que el cuerpo se vuelva resistente al principio activo del fármaco, reduciendo, si no anulando, el efecto de la píldora. Es evidente, pues, que el proveer este tipo de alternativas sin acompañarlas de una efectiva estrategia de comunicación y educación respecto de su uso puede convertir el remedio en algo peor que la enfermedad. Toca al Estado, en todos sus niveles, hacerse cargo de la educación sexual de la población. Seguir tratando el sexo como un tabú solo acarrea desgracias para la vida de las y los jóvenes que se inician en la sexualidad.