A fuego lento
La gestión de incendios forestales no debe centrarse únicamente en la supresión del fuego.
Los incendios forestales constituyen una amenaza que engloba más que el fuego, ya que intervienen en su ocurrencia factores sociales, y tal vez por eso tenemos la ilusión de poderlos controlar. Hoy los expertos coinciden en que estamos ante una nueva generación de incendios forestales de alta intensidad, que arrasan grandes superficies sobrepasando toda capacidad de respuesta. Uno de estos llamados megaincendios golpeó Portugal el mes pasado, dejando el trágico saldo de 64 muertos y centenares de heridos. En Chile ardieron más de 467.000 hectáreas a principios de año, en uno de los incendios más destructivos de este siglo. Estados Unidos y Canadá actualmente se encuentran tratando de controlar incendios que están azotando distintas regiones de su territorio, invirtiendo cifras millonarias de recursos en las labores de extinción.
Son diversas las causas que explican el origen de estos incendios, pero un factor determinante del comportamiento y severidad del fuego son las condiciones climáticas en las que se desarrollan. Las altas temperaturas y olas de calor registradas en gran parte del planeta han propiciado condiciones para desatar una ola de incendios devastadores en lo que va del año.
En Bolivia tenemos escenarios potencialmente peores. Las tendencias y proyecciones climáticas advierten un incremento sostenido de la temperatura media del país y un calentamiento de 2 a 4ºC para mediados de siglo, mostrando un aumento más pronunciado durante la época seca, que exacerbaría aún más los riesgos de incendios. Durante 2016, un año de intensa sequía con récords de temperatura, se quemaron cerca de 3,5 millones de hectáreas de bosques y pampas en todo el país, registrando la mayor superficie afectada de los últimos cinco años, según el monitoreo de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). Ese año vimos cómo el fuego se acercó peligrosamente a zonas urbanas, poniendo en riesgo vidas humanas y ocasionando niveles de contaminación por encima de lo tolerable.
Ya estamos en julio y antes de que el país se cubra nuevamente de humo y vuelva la presión social contra los chaqueos y las quemas, exigiendo sanciones y medios eficaces para atender la emergencia, resulta de vital importancia tener presente que la gestión de incendios se construye todo el año, y que su enfoque no debe centrarse únicamente en la supresión del fuego. Resulta fundamental contar con políticas claras y consistentes con los problemas ambientales y de desarrollo del país, susceptibles de mejorar las condiciones del medio rural con una adecuada gestión de los bosques y el territorio, y de reducir los riesgos antes de que llegue el fuego. Urge exigir y fomentar una gestión integral de los incendios forestales, con acciones sostenidas que no se disipen una vez más con el humo.