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El desacuerdo

La lucha por el sentido del logos, por el lenguaje, es la base de la crítica más dura a las formas de democracia liberal y a las ideas de justicia liberales; es decir, de John Rawls a nuestros días. Autores como Chantal Mouffe, Ernesto Laclau, Alain Badiou, Slavoj Zizek o Jacques Ranciere sostienen esta crítica. Elegimos para esta breve exposición a Ranciere.

Para Ranciere la noción de “política” implicaría recurrir a cierta ontología de la negatividad, a una “presencia de lo no representable” ya sea llamada “injusticia [tort]” (por Badiou), “antagonismo” (por Laclau y Mouffe), o “diferencia” (por Lyotard). A la luz del pensamiento de Ranciere, la teoría de la Justicia de Rawls es una teoría despolitizada que garantiza la reproducción del orden y las diferencias. Justamente, el lenguaje en el cual se desarrolla la justicia rawlsiana es uno en el que no tienen cabida ni posibilidad de (re)presentación las injusticias provenientes del orden y de las diferencias de la sociedad capitalista actual. La categoría que utiliza Ranciere para esa no representación es “desacuerdo”.

En estos casos, la injusticia no puede traducirse al lenguaje de la Justicia, porque justamente el lenguaje de esta última se sostiene a partir de la primera. Es su condición. Cuando hay una parte en la sociedad que no es reconocida como parte y actúa y habla para demandar reconocimiento, entonces se levanta el desacuerdo. Éste, en consecuencia, surge siempre como una especie de fractura en el orden social establecido.

Desacuerdo no significa desconocimiento ni malentendido. El desacuerdo retrata aquella situación de habla en la que uno de los interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro. Es decir, estamos delante de una situación en la que dos personas que hablan, dos interlocutores, conversan de una misma cosa, hacen referencia a un mismo término, pero no lo entienden con el mismo significado; no es posible encontrar comunicación, a causa de que no hay acuerdo en lo que quiere decir “hablar” ni sobre “quiénes” están en condiciones de hablar.

No es un desacuerdo simplemente lingüístico, sino que en general esta situación se la debe comprender respecto a la situación misma de quienes hablan. Los interlocutores del desacuerdo hablan desde racionalidades distintas, desde posiciones de poder distintas, desde historias distintas, comparten y no comparten un mismo logos.

En la situación de desacuerdo lo que se pone en cuestión, en un litigio, es en sí la idea misma de justicia. En este sentido, justicia puede significar dos cosas distintas. Para unos puede encarnarse en los procedimientos racionales para arribar a una solución; para otros, puede tratar solo de procedimientos de mantenimiento y prórroga de una situación injusta. Se trata de un desacuerdo.

Es abogado y filósofo.