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Cien años después

Una centuria nos divide de la Revolución bolchevique, y en pocas cosas los historiadores se ponen de acuerdo. Una de ellas es que ninguno de los autores se imaginaron todo lo que vendría después de que el presidente del soviet más importante, el de San Petersburgo (León Trotsky), gritara “todo el poder a los soviets”.

Ahora podemos ver con más distancia ese levantamiento que cambió la historia para siempre. Primero en su génesis, en el movimiento del proletariado; y luego en la confederación de partidos que hizo posible aquel levantamiento y que sostuvo una terrible guerra civil que ensangrentó la Unión Soviética hasta 1923. Y, por supuesto, en esa increíble camada de revolucionarios que viniendo de las cárceles y del exilio supieron darle un sentido al sentimiento antizarista.

Víctor Serge venía del anarquismo, pero para esas épocas había aterrizado en los bolcheviques y formaba parte de su dirección. Hijo de judíos revolucionarios decía que su familia iba de exilio en exilio, buscando una tierra donde juntarse con sus iguales, pero sobre todo, buenas bibliotecas.

Libros: los más importantes revolucionarios de esa época escribían y polemizaban a través del papel. Lo tenía claro Lenin, el periódico era el gran organizador del partido. Y la cantidad de textos que leían fue extraordinaria. Y pese a las toneladas y más toneladas de papel empleadas en esa época, solo algunos libros han sobrevivido 100 años. Por supuesto de Lenin y de Trotsky, algo de Bujarin, de Serge, de Gorky y quizá algunos escritos de los formalistas rusos. Ojalá que esta época sirva para rescatar más textos.

Pero hoy vemos que la revolución también tuvo sus sectores más oscuros. Se maximizó, por ejemplo, el papel de los bolcheviques, en desmedro de los anarquistas o los socialrevolucionarios de izquierda que también combatieron denodadamente contra el terror blanco. Y se intentó mostrarnos un único proceso, cuando fue una polémica contradictoria y muy rica. Una polémica de tanta intensidad que terminó devorando a sus propios progenitores: con excepción de Stalin, para 1940 no había sobrevivido casi ninguno de los hombres que condujeron el Comité Central del bolchevismo de 1917.

Sí ha sobrevivido, y nítidamente, la lucha dentro del propio Partido Comunista y aquella frase de Trotsky de 1905: “la dictadura del partido sobre el proletariado y del Comité Central sobre el partido y del secretario general sobre el Comité Central”.

Más allá de ello, a 100 años de la Revolución rusa me pregunto si alguno de esos hombres y mujeres que comandaron esas luchas (muchos de ellos se autoinculparon en las purgas de Moscú) tuvieran la oportunidad de volverlas a vivir, no quisieran repetirlo todo, errores incluidos. Quizá vivir la historia sea también sufrirla.