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Día de la patria

Hoy se cumplen 192 años de la creación de la República de Bolivia, convertida desde 2009 en Estado Plurinacional, y así como el futuro parece promisorio en boca de los gobernantes, o desesperado en la de opositores, también vale la pena considerar lo que la sociedad debe tener en cuenta a la hora de valorar lo que se ha logrado y, sobre todo, lo que queda por hacer.

Bolivia es una nación forjada en la lucha permanente, y como tal, susceptible de tener a sus élites y dirigencias concentradas en las antípodas. Pero al mismo tiempo, pletórica de solidaridad en sus bases (que sin perder de vista sus diferencias y sus distancias), encuentra muchos rasgos comunes, y todavía más esperanzas y ambiciones.

En efecto, el país es un entramado de culturas diversas, de pasiones por lo propio, que se teje cotidianamente y que desde su fundación busca su identidad. Tal vez nunca como ahora esa identidad esté más cerca de ser definida; y por eso mismo el proceso encuentra virulentas resistencias entre quienes se rehúsan a aceptar que no solo hay procesos redistributivos, sino también un renovado protagonismo de los sectores  postergados, comenzando por los pueblos indígenas, que por ejemplo estos días se preparan para hacer sentir nuevamente su oposición a los planes gubernamentales.

Muy a menudo las personas tienden a reducir la complejidad de la vida pública a lo que hace y deja de hacer el Gobierno. Peor, pese a que ya son ocho años de la existencia de un sistema de gobierno autonómico, una mayoría de la población sigue esperando que sea el Gobierno central el que resuelva sus problemas. En este aspecto, es justo reconocerlo, no solo interviene esta visión “centralista” tan fuertemente posicionada en la mente de la ciudadanía, sino también gobiernos departamentales y locales que no han sabido desempeñar a cabalidad el papel que la Constitución Política del Estado les asigna en términos de resolver las necesidades de la población dentro de sus jurisdicciones y, sobre todo, de acercar el poder a las personas.

Asimismo, es mucho lo que los gobernantes pueden destacar cuando se habla de inversión pública, infraestructura y desarrollo; pero por alguna razón la pobreza humana sigue siendo dolorosamente visible, especialmente en las ciudades principales. Es probable, entonces, que parte de la inversión, que sin duda está transformando al país, esté mal dirigida, pues no basta con las obras vistosas de hoy, sino que debe considerarse las muchas tareas necesarias para el desarrollo humano del mañana, comenzando por más y mejor educación y salud.

Hay, pues, razones para festejar el nuevo aniversario patrio y para mirar el futuro con el mismo optimismo de los años anteriores, pero muchas más para hacer votos por que la sociedad en su conjunto se comprometa a hacer de éste un mejor país, y eso se logra a través de la acción cotidiana enfocada en el bien común.