Te amo, Matria
Los actos de racismo de este siglo son tan infames como los que sucedieron en el siglo XIX
Agosto es el mes de la Pachamama y de las divinidades de la Mank’a Pacha; es decir, del mundo de abajo. Ambas divinidades irrumpen los ciclos agrícolas y son los momentos sacros de la siembra y la preparación de la tierra. Mientras el calendario astronómico modelaba la vida de los habitantes de las tierras bajas, las tierras altas, los valles mesotérmicos y del Chaco; durante la Colonia, el calendario Juliano fue archivado por el Gregoriano.
Antes de la Colonia y luego de que un grupo de criollos y mestizos se inventara la República de Bolivia para mantener sus privilegios coloniales, estos ubérrimos territorios estaban poblados por naciones que abarcaban desde el río Acre hasta el Yavarí en Colombia, y el río Urubamba en el Perú; de allí hasta el río Bermejo en el sur y el río Loa hasta Paposo en el oeste, en el Litoral boliviano. Nuestra condición territorial privilegiada despertó la ambición de los vecinos, y nos redujeron a más de la mitad, de 2.363.796 km2 a 1.098.581 km2.
Nuestro sentido patriótico es solo municipal, no pensamos en comunidad plurinacional, sino, vivimos desde la región. Durante el período colonial ignoramos a las 36 naciones que ocupaban centenares de años antes estos territorios y que fueron despojados de sus mejores enclaves con el discurso señorial positivista del progreso y de la inferioridad cultural de los “indios”. Este proceso se reprodujo hasta nuestros tiempos. Así, el actual Ministro de Defensa decía el 2010: “Santa Cruz, en la Colonia, tuvo un índice de alfabetización muy alto. Aquí, en 1876, en la época de Andrés Ibáñez, el 90% de la población votaba en las elecciones; mientras que en otras ciudades como Sucre votaba un 20%, porque el 80% eran indígenas. Aquí, aunque fueran indígenas o mestizos, leían. Eso se debe a las misiones jesuitas, que no vinieron a meterlos en las minas a los indígenas, sino que los incorporaron a la cultura (…) No hay una segregación clasista, radical como en La Paz, donde el blanco y el mestizo no se mezclan nunca con el indígena”. Tal vez ignora el ministro que ese 10% que no votaba era lo que quedó de las naciones originarias del oriente.
Los actos de racismo de grupos fascistas en este siglo son tan infames como los que sucedieron en Santa Cruz y Sucre en el siglo XIX. Nunca mencionan los genocidios de poblaciones enteras que fueron expulsadas de sus tierras; ignoran conscientemente que durante la “era de la goma”, las levas devastaron familias enteras para llevar esclavos a los gomales en condiciones infrahumanas. Nordeskiold, científico dinamarqués que visitó el oriente boliviano a principios del siglo XX, relata que muchos poblados escaparon a la domesticación jesuita y prefirieron morir a dejar su modo de vida. Fruto de su “colonización” devino la erradicación de los chácobos, los pacahuaras y los guarayos, quienes perdieron sus mejores tierras; así como de los machineri y los yurajcaré, entre otras naciones que desaparecieron dejando una sombra en la memoria. Las masacres en el Chaco a los ava guaraníes por el Ejército de la República de Bolivia, incluidas las misiones jesuíticas y todo, devela un imaginario criollo de sujeción y poder que traspasa las ideologías.
Han sido suficientemente estudiado el tiempo de la Aucapacha o tiempo de guerra o conflicto entre las naciones aymara y quechua en el occidente; pero existen enormes vacíos de lo que aconteció en el oriente boliviano, y será una tarea básica develar hitos de la historia indígena y popular para contrastar con la comunidad imaginada en el discurso criollo mestizo, uniformada en la izquierda y la derecha.
Según datos del PUND, Bolivia tendrá en las próximas décadas una población con mayoría joven. Entretanto, la población rural se reducirá aún más. Vale decir, el país contará con un ejército nuevo de trabajadores que deberá encontrar un Estado preparado para dotar de oportunidades a esta generación. Los paradigmas ideológicos ya estarán agotados, por lo que habrá que mirar hacia atrás para ver el futuro, y adelante para ver el pasado, tal como dicen los guaraníes y los aymaras cuando materializan al tiempo. Tal vez debamos cambiar la consigna de ¡Patria o muerte venceremos!, por el de “Matria y vida ¿venceremos?”.