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Lectura obligatoria

Desde 2016 es obligatorio en colegios y escuelas fiscales dedicar los 10 primeros minutos de cada clase a la lectura comprensiva. Sin embargo, tal vez por falta de un seguimiento más estricto, la disposición no se cumple a cabalidad. En el Servicio Departamental de Educación afirman que se cumple en 80%, pero es posible que en realidad la práctica sea menor.

No se trata simplemente de poner a niñas y niños frente a un libro durante ese lapso, sino fundamentalmente de asegurar que esos pocos minutos de lectura representen para ellas y ellos un ejercicio fructífero. De ahí que se proponga a los educadores ejecutar pruebas de comprensión y acumular evidencias a fin de reportar los resultados a sus direcciones distritales de educación. Lo interesante de la idea es que cada maestro debe proveer a sus estudiantes lecturas sin importar si la materia es literatura o educación física o matemáticas.

Pero la Resolución Ministerial 147/2016 no solo instruye estimular la lectura en el aula, sino también pone parte de la responsabilidad en padres y madres, a quienes se recomienda reservar media hora para la lectura durante el fin de semana. En estos casos se establece que el estudiante debe producir un resumen de lo leído para entregarlo al asesor de curso.

Es difícil imaginar si esta previsión tiene un buen índice de cumplimiento, habida cuenta que, por una parte, no todas las unidades educativas tienen bien organizado el sistema de seguimiento y evaluación de las prácticas de lectura; y por la otra, que es bien sabido que no en todos los hogares hay siquiera un mínimo interés por la lectura.

Podría añadirse lo señalado por el presidente nacional de las juntas escolares, entrevistado por este diario al respecto, quien opina que con las nuevas tecnologías “hemos perdido los hábitos de lectura”, pues pasamos mucho tiempo en internet. Sin embargo, es posible que niños, adolescentes y jóvenes de hoy estén leyendo más que antes debido al acceso que estas tecnologías les brindan a toda clase de textos, incluyendo algunos difíciles de conseguir incluso en bibliotecas.

En cualquier caso, está de sobra demostrado que el aprendizaje oportuno de las competencias ligadas a la lectoescritura, especialmente la lectura comprensiva, hace la diferencia entre tener una buena formación y una experiencia memorable de los años de la escuela o todo lo contrario. Quienes más rechazan la escuela lo hacen, en gran medida, porque o no entienden o no logran aprender.

Toca, pues, que maestras y maestros se comprometan a nivel personal con el reto de la lectura obligatoria, y además de practicarla en su aula (es posible incluso en las circunstancias más adversas) estimulen a padres y madres para que pongan al alcance de sus hijos e hijas materiales de lectura. Los frutos de hacerlo se verán en el medio plazo, pero significarán el más importante salto cualitativo en la formación escolar.