Desnudando formas
Servidor público, funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas.
En días pasados, el Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz realizó un discurso de inauguración por un hospital de segundo nivel en el que, seguramente a su entender y por sus palabras, quiso mostrarse como un ejecutivo clarividente y caritativo. Al parecer, olvidó el hecho de estar ejerciendo la gestión pública.
Será entonces oportuno contextualizar el tema, señalando que nuestra normativa de gestión pública cuenta con el Sistema de Planificación Integral del Estado, de cuya aplicación, por los diferentes niveles de gobierno y con participación y en coordinación con los actores sociales, resulta la planificación de largo, mediano y corto plazo, con un enfoque integrado y armónico.
Hablamos de una gestión pública cuyo horizonte está definido y pactado con la sociedad civil organizada, que determinaron metas, resultados y acciones a lograr y para cuyo propósito y consecución, se deben priorizar y asignar los recursos públicos en los próximos años.
Esta normativa de gestión, en sus diferentes dimensiones sociales, culturales, políticas, económicas, ecológicas y afectivas, y con la concurrencia de acciones por parte de todas las entidades públicas, determina la directriz para llevar adelante la gestión pública, en el marco de metas y resultados comunes.
En consecuencia, se trata de un instrumento de gestión cuya aplicación tiene carácter imperativo. Por tanto, toda acción institucional desarrollada en el sector público debe encontrarse ya determinada, articulada y coordinada con los diferentes sectores de la sociedad, en directa correlación entre las necesidades colectivas y la calidad del gasto público.
Entonces, en la entrega del hospital manifestaciones como “ (…) podíamos haber pavimentado media ciudad, pero si tengo que elegir entre esto y la salud, voy a elegir la salud de nuestros vecinos. Vamos a elegir siempre lo que es prioritario para nuestra población (…)” desnudan una forma de gestión, donde la priorización para la asignación de recursos no se guía por la planificación institucional y comunitaria, sino por la arbitrariedad de la máxima autoridad ejecutiva de la entidad, distorsionando la lógica de una gestión pública planificada y prestándose a maniobras con afanes proselitistas.
Cuán constructivo resultaría que las y los funcionarios estatales visionaran el servicio público como elemento motor de la realización individual y colectiva, dándose a la comunidad mediante su contribución, y haciendo del individuo un ser para el otro y a la colectividad un ser al servicio de los individuos.