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Incendios forestales

Si bien la época de chaqueos recién empieza, en las últimas semanas se han registrado incendios forestales de magnitud en varias regiones del país, lo que, junto a las sequías cada vez más severas que atraviesa el territorio nacional por causa del cambio climático, debiera ser leído como una llamada de atención para evitar la proliferación de los focos de calor.

Y es que si no se adoptan acciones contra las quemas, advierten los especialistas, las áreas forestales devastadas por el fuego podrían superar incluso al 2010, año en el que más de 6 millones de hectáreas fueron arrasadas, con los consiguientes impactos medioambientales (destrucción de la biodiversidad y los servicios ecológicos que prestan los bosques) y problemas de salud causados por la contaminación atmosférica, como infecciones respiratorias agudas y casos de conjuntivitis. Esto sin tomar en cuenta las pérdidas materiales e incluso vidas humanas y de cientos de animales por causa del fuego.

Por ejemplo, a principios de agosto los chaqueos se descontrolaron en plena ciudad de Santa Cruz, al extremo de que el aeropuerto de Viru Viru, el más grande e importante del país, tuvo que ser cerrado temporalmente por el fuego que llegó a pocos metros de las pistas y la gran humareda que entorpecía la visibilidad de los aviones. Sin embargo, el incendio de mayor magnitud registrado hasta el momento se dio, de nueva cuenta, en el Parque Nacional Tunari (Cochabamba). Afortunadamente, gracias a la intervención de los bomberos este incendio logró ser controlado el jueves, pero no sin antes devorar al menos 330 hectáreas de bosques, matorrales y arbustos, según estimaciones de la Policía.

Huelga recordar que se trata del noveno incendio forestal que se registra en ese parque natural únicamente en lo que va del año, y podría no ser el último si no se adoptan medidas de inmediato contra los chaqueos utilizados por cientos de agricultores con el fin de acondicionar sus tierras para la siembra. Para tal efecto, los especialistas sugieren conformar brigadas de vigilancia y cuerpos de guardaparques con formación preventiva ambiental que intervengan, en coordinación con las Fuerzas Armadas, en las regiones que tradicionalmente son víctimas de las quemas y susceptibles de sufrir incendios. Por otra parte, urge organizar campañas que enseñen métodos alternativos de acondicionamiento de los suelos, o al menos la manera más responsable de manejar el fuego.

Aún estamos a tiempo de evitar desastres ambientales como los de 2010, pero también para romper el círculo vicioso en el que anualmente participan autoridades, medios de comunicación y la sociedad civil en general, acostumbrados a protestar y rasgarse las vestiduras contra los incendios forestales cuando éstos son no solo inminentes, sino también incontrolables.