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Dilema presidencial: entre robar y dejar

Ha causado justificada sensación la sentencia dictada contra Luis Inacio Lula da Silva por corrupción pasiva y lavado de dinero, en el marco de la operación Lava Jato. La acusación, sin ser la primera y sin duda tampoco será la última, contra Lula de haber recibido sobornos de la constructora OAS por $us 1,1 millones fue probada por la Fiscalía. También se encuentran en el ojo de la tormenta expresidentes brasileños otrora tan respetados como Fernando Henrique Cardoso, Dilma Rousseff y Jose Sarney; así como el bastante sospechoso y reincidente Fernando Collor de Melo, quien habiendo pecado como primer mandatario en el pasado ahora se manchó como senador.

El mismo tsunami sacudió duramente la cadena presidencial del Perú, donde, en loable acción judicial, se confinó entre rejas al expresidente Ollanta Humala, junto a su esposa, Nadine Heredia, quienes acompañarán en las mazmorras a Alberto Fujimori, acusados de haber recibido sobornos de la empresa constructora brasileña Odebrecht. El escándalo salpicó además al aprista Alan García y al fugitivo Alejandro Toledo, oculto en Estados Unidos. En tanto que en la cercana Argentina, el tráfico de armas durante su mandato (1989-1999) persigue, como su sombra, a Carlos Menem (87 años); mientras Cristina Fernández busca afanosamente inmunidad en un curul parlamentario.

Y la cloaca latina no se detiene allí, pues asciende hasta El Salvador, donde el expresidente Elías Saca literalmente saqueó 246 millones de dólares de las arcas fiscales, superando a su compatriota Mauricio Funes, exguerrillero asilado bajo las axilas de Daniel Ortega en Nicaragua; o a Francisco Flores, muerto de cirrosis y de vergüenza. Siempre en el istmo centro-americano, figura también el hondureño Rafael Callejas y el guatemalteco Otto Pérez Molina, quien purga condena prontuariado y engrillado. Un reflejo parecido retrata al panameño Ricardo Martinelli, encerrado en una cárcel de Florida (EEUU) aguardando su condena y posible extradición. Danilo Medina, en República Dominicana, fue frecuente comensal en el banquete de la corrupción, al igual que el panameño Juan Carlos Varela o el actual primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, decano del ALBA quien incluso llegó a fundar un banco en su isla para el blanqueo de dinero.

En estos 14 ejemplos del campeonato latinoamericano de corrupción se registran los procesos en curso o de reciente memoria, siendo el común denominador la temeraria creencia de los incautos de que el dinero negro acumulado podría disimularse en paraísos fiscales o a nombre de terceros. Lo que no se imaginaron es que un tal Marcelo Odebrecht iba a negociar su ilícito de corruptor con la delación minuciosa y contabilizada de los montos entregados a los gobernantes a cambio de contratos de construcción de obras públicas.

Corolario penoso, pero necesario, de esa irremediable epidemia en la región es que los infractores, las más de las veces, fingían su angurria atribuyendo su requerimiento de metálico a la necesidad de financiar sus fondos electorales como candidatos, y su tesoro de guerra ya como presidentes para su reelección. Otra analogía entre los delincuentes anotados es que rara vez son procesados y menos sentenciados cuando aún gozan de impunidad en el ejercicio de sus funciones.

Asombra y alarma que en algunos casos emblemáticos como Venezuela, país rico en recursos naturales, la corrupción, más que la ineptitud, haya llevado a esa nación a la condición infrahumana en que hoy en día se debate.

Finalmente, alienta que en una región donde la independencia de poderes es la excepción existan valientes magistrados como el juez brasileño Sergio Moro o la fiscal venezolana Luisa Ortega, quienes se levantan contra los atropellos del Poder Ejecutivo y expresan sus puntos de vista conforme a derecho, ignorando la consigna política o la coima fiscal.