Entre dos bandos
Semanas de bloqueos, calles cerradas, obras paralizadas, pedradas, gritos, insultos, escupitajos… todas son señales de rencillas político-partidarias donde las personas, los ciudadanos, los comunarios, los vecinos no cuentan. Solo hay espacio y tiempo para quienes luchan por el poder, unos para mantenerse, y otros para hacerse de él.
Esta es la situación que vivimos las últimas semanas principalmente en La Paz. Algunos dirán “ya lo dijimos, lo advertimos desde hace mucho tiempo”. Lo perverso de esa advertencia es que a ellos tampoco les importa la gente común y corriente, solo están interesados en que se cumpla su pronóstico mal agüero de una venezolarización de Bolivia, como si no fueran bolivianos. Quieren que el país entre en quiebra, olvidando que ellos también terminarían quebrados.
Por otro lado, quienes gozan del poder están afanados en poner zancadillas a sus oponentes, sean alcaldías, gobernaciones o cualquier otra agrupación o institución. La solución para ellos es que se arreglen entre los ciudadanos involucrados como quieran o como puedan, sin importar si de los insultos se pasan a los golpes. También olvidan que una de sus tareas es mantener la unión y el bienestar de la población.
Mientras tanto, las necesidades como país, la industrialización, la producción no parecen ser temas que la población deba conocer. La salud y la educación no están en la agenda pública ni privada. Las charlas de sobremesa solo dan cuenta de las dificultades para llegar a pie hasta el trabajo, la escuela o la casa; a viralizar las imágenes que obtuvieron al pasar cerca de un bloqueo. Para otros es el pretexto perfecto, hecho a medida, para llegar tarde y culpar a cualquiera de los conflictos; total, hay para elegir según el lugar, el horario o el día.
Detrás de estas actitudes hay un egoísmo desmedido y una enorme falta de lealtad con el país, con las esperanzas de la gente, con los jóvenes que estudian y se inscriben en institutos particulares para ingresar mejor preparados a las universidades estatales. Los bandos enfrentados se olvidan de las miles de familias que todos los días sueñan con tener una vivienda digna y recurren a los préstamos bancarios, aunque eso signifique apretarse los cinturones cada fin de mes. Relegan la instalación de agua potable, luz, alcantarillado para cientos de miles de habitantes urbanos y rurales que hacen trámites aunque les digan vuélvase mañana, y ellos, armados con la paciencia de Job, volverán al día siguiente.
Las necesidades de la sociedad no se pueden posponer indefinidamente y las personas comunes lo tienen muy presente, como esperan que lo tengan presente quienes se enfrentan despilfarrando la vida y los esfuerzos de quienes los sostienen con su trabajo diario. No es posible tanto desatino.