La ciudadanía sudamericana no es una utopía
El Acuerdo de residencia del Mercosur es un verdadero hito en el proceso de integración regional.

Una nación sin fronteras no es una nación”, lo dijo Trump, evidenciando el alejamiento de la política estadounidense respecto al derecho a la libre movilidad de las personas, principio consagrado mundialmente. Los países que hoy levantan muros contravienen el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su primer inciso se refiere a la libre circulación de las personas, al libre tránsito y a la elección de su residencia en cualquier Estado; así como el derecho a salir de cualquier país, incluso del propio y también poder regresar.
Estos países, con una política regresiva, han levantado un veto migratorio porque, según su concepción, la migración es portadora de enormes problemas, exportan pobreza, ilegalidad, criminales e imponen tensiones y gastos cuantiosos a la educación y a la salud, generalmente costeados por los países receptores. Definitivamente se trata de una concepción caracterizada por la xenofobia y el racismo.
Contrariamente a esta política regresiva de tanta influencia, en un evento ampliamente participativo organizado el 29 agosto, en Bolivia se ha reconocido desde la Cancillería, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el rechazo a la criminalización de la migración que encubre falsos enfoques de seguridad y control, así como la destrucción de los muros físicos que separan a los pueblos. En su lugar, se ha sugerido promover la creación de ciudadanías regionales que permitan la movilidad intrarregional y el pleno ejercicio de los derechos de los migrantes. Así como también la sustitución del enfoque de fronteras rígidas por una visión basada en puentes de integración para la unidad entre los pueblos (Declaración de la Conferencia Mundial de los Pueblos por un mundo sin muros hacia la ciudadanía universal).
Un gran paso que concreta estas utopías es el Acuerdo de residencia que suscribieron los Estados miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur), incluyendo a Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Perú y Colombia. Si bien esta medida se inició en 2009, existe muy poca información al respecto.
Con esta medida se busca que las personas tengan la potestad de poder circular libremente en los Estados antes señalados. Y, más importante aún, concede a los ciudadanos del Mercosur el derecho a obtener una residencia legal en el territorio de otro Estado parte, que puede ser temporal (dos años) o permanente. Las personas que adquieren la residencia obtienen la igualdad de derechos civiles y libertades sociales, culturales y económicas de los nacionales del país de recepción. ¡Esto es ciudadanía sudamericana!
Sin embargo, dado que en esencia las migraciones se dan sobre todo por cuestiones laborales, los nacionales del Mercosur que obtienen residencia en otro Estado parte están habilitados a trabajar en igualdad de condiciones que los nacionales del país donde obtuvieron la residencia, debiendo cumplir con las reglamentaciones específicas que la legislación laboral establece.
El Acuerdo de residencia del Mercosur constituye un verdadero hito en el proceso de integración regional, porque, a diferencia de otros pactos, acuerdos y tratados, añadió al mercado de bienes y servicios el flujo de migrantes como actores que propician el crecimiento económico y el desarrollo. Un total de 161.262 migrantes bolivianos recibieron residencias permanentes en la Argentina entre 2011 y 2015, según consigna la OIM en su Informe Migratorio Sudamericano No. 1 de 2017.
En suma, el Estado Plurinacional de Bolivia debería alinear su actual normativa y construir políticas públicas en migración más allá de los actuales enfoques de seguridad y control.