Antes de concretarse el acuerdo nuclear entre el G5+1 (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) y la República Islámica del Irán, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohamad Yavad Zarif, repetía siempre una frase que debe traerse a colación. Él siempre se refería a la crisis o el desafío nuclear como una “crisis innecesaria”. Esta afirmación acogía en sí dos verdades: la primera tiene que ver con que todas las sanciones, la fabricación de pruebas y la controversia sobre la cuestión nuclear iraní eran innecesarias, vacías y vanas, dado que bastaba con que en lugar de llevar a nuestro país a que tomara una posición de enfrentamiento hacia ellas, prestaran atención al hecho de que Irán no persigue la obtención de armas nucleares. Asimismo, las formas de probar este hecho eran el diálogo respetuoso y la confianza en el Organismo Internacional de Energía Atómica, mediante diversos mecanismos de verificación. Por lo tanto, si realmente el objetivo era mantener la naturaleza pacífica del programa nuclear iraní no era necesario crear crisis y sanciones. Este programa, desde su mismo comienzo tuvo un carácter pacífico.

La segunda verdad es que el Dr. Zarif en realidad decía que Irán no teme a una crisis. De hecho, cualquier relación puede tornarse crítica, pero la crisis nuclear es innecesaria y no queremos una crisis innecesaria; pero de ser necesaria una crisis, Irán, sin duda alguna, le hará frente. El significado de esta frase resulta claro para aquellas personas que están vinculadas a la política exterior iraní. No solo nuestro país, sino la mayoría de las naciones  responden de manera más positiva y constructiva ante la lógica y el diálogo que ante el lenguaje de la amenaza y la coerción. Ahora que Estados Unidos y el gobierno de Trump están amenazando con salirse o, en realidad, con destruir el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), deben darse cuenta de que con pretextos irracionales sobre las instalaciones militares de Irán convertirán una crisis o un desafío innecesario en un desafío necesario desde el punto de vista iraní, e Irán no es el tipo de país que, en caso de tener que enfrentar una crisis, escape a este desafío.

Tal vez el Gobierno de Estados Unidos piense que en lo relativo a la cuestión nuclear fueron las sanciones las que sentaron a Irán a la mesa de negociación. Por lo tanto, en lo referente a otras cuestiones, como son las armas convencionales, también puede funcionar la misma lógica y no es necesario que las sanciones sean eficaces en este sector. A fin de aclarar las mentes de los políticos estadounidenses y registrarlo en la historia, tengo que dejar bien claro que Estados Unidos no sentó a Irán a la mesa de negociaciones, sino que, por el contrario, fue nuestro país el que atrajo al Gobierno estadounidense a la mesa de diálogo.

Irán nunca había abandonado la mesa de negociaciones como para tener que ser devuelto a ésta. Durante la administración de George W. Bush y parte de la administración Obama, Estados Unidos ni siquiera participaba en conversaciones nucleares, e Irán negociaba solo con países europeos, con China y Rusia. Tuvieron lugar acuerdos como los acuerdos de Sa’adabad, suscrito en París; o el acuerdo de Irán con Turquía, pero la no participación de EEUU y su oposición hicieron fallar dichos acuerdos y la solución de la cuestión nuclear iraní.

Estados Unidos solo se dispuso a sentarse a la mesa de negociaciones, enviando previamente a Irán un mensaje privado y secreto de reconciliación, cuando la presencia de millones de iraníes en las elecciones presidenciales demostró una vez más al mundo la fortaleza y el respaldo social de nuestro país; cuando, además de ello, el número de centrífugas iraníes había pasado de menos de 1.000 durante los años de las sanciones y la falta de diálogo a casi 20.000; cuando se incrementó también la calidad y eficiencia de estos equipos; cuando se puso en marcha el sitio Fordo y, por encima de todo, cuando Irán logró enriquecer uranio al 20% para producir placas de combustible para el reactor de Teherán. El enriquecimiento al 20% destruyó las aspiraciones de Estados Unidos y sus cómplices de cero enriquecimiento. Un país que, basado en el conocimiento propio, produce uranio enriquecido hasta el 20% está lanzando al mundo un mensaje significativo en términos de industria nuclear.

Para entender la afirmación de que Irán siempre ha querido negociar y de que ha sido Irán quien ha traído a Estados Unidos a la mesa de negociación, basta con que los expertos analicen la relación temporal entre momento del enriquecimiento al 20% y el envío de mensajes por parte de Estados Unidos y la insistencia en el diálogo, tras años de no participar en las negociaciones nucleares.

Mi intención al señalar estos puntos es precisar que si el gobierno de Trump piensa que la lógica de las sanciones funciona y que mediante las sanciones Irán accederá a demandas irracionales, comete un grave error, porque esa lógica se ha construido con base en una suposición errónea. No solo en el caso de Irán, sino en otras partes del mundo, incluso en lo referente a pequeños países del mundo, esa lógica no funciona.

Si bien no existen puntos en común entre nuestro país y Corea del Norte, en términos de la lógica ineficaz del enfoque estadounidense en la solución de las crisis internacionales, el tema de ese país también es digno de ser mencionado. Estados Unidos colocó a Corea del Norte bajo las peores sanciones e incluso un bloqueo militar, pero el único resultado que obtuvieron con estas acciones fue el aumento en varias veces del alcance de los misiles norcoreanos, la realización de pruebas con una bomba de hidrógeno, la perspectiva de una terrible guerra que podría resultar en la muerte de miles de personas y una difícil situación para la que no han alcanzado las propuestas de todos los expertos y políticos para darle solución. Tal vez se pueda aconsejar al Gobierno de Estados Unidos que aprenda de los resultados de sus métodos ineficientes. Ellos debieran apreciar el valor de acuerdos como el JCPOA y respetar sus compromisos y no tratar, con su comportamiento, de convertir la creación de desafíos y la crisis en una necesidad para un país como Irán, porque en ese caso, ocasionarán problemas al resto y, al igual que antes, se desgastarán.