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Violencia extrema

El país no está acostumbrado a escuchar, y menos aún a ver videos, sobre agresiones grupales con víctimas fatales. Por este motivo, ha causado conmoción en la opinión pública la muerte de Édgar Moya Méndez, un joven de 29 años que estaba por concluir la carrera de Construcción Civil en la UMSA, víctima de una brutal golpiza protagonizada con inusual violencia por ocho jóvenes, varones y mujeres, en estado de ebriedad.

Para mayor inri, Moya era el principal proveedor de su familia, pues su papá perdió la vista hace algunos años y su mamá también se encuentra delicada de salud. De allí que en sus hombros recaía la manutención de sus tres hermanas menores y de sus progenitores; responsabilidad que cumplía trabajando en labores de construcción, electricidad y pintura.

Esta herida de muerte causada a una familia de escasos recursos interpela a la sociedad boliviana en su conjunto, pues pone en evidencia que hechos de extrema violencia que antes correspondían al ámbito de la ficción hoy son una realidad en el país, protagonizados por jóvenes irresponsables, impíos y hedonistas que carecen de dominio propio, y a quienes no se les ha inculcado valores fundamentales como la consideración y el respeto hacia la vida.

Mención aparte merece la ausencia de policías que eviten este tipo de golpizas, más aún tomando en cuenta que la agresión que motiva este comentario ocurrió en un barrio donde se está implementando un plan de seguridad ciudadana, frente a una representación diplomática que se supone cuenta con resguardo policial.