Icono del sitio La Razón

‘Mallku’, el rebelde

Como ocurrió al despuntar este siglo, en septiembre de 2000, Felipe Quispe, el Mallku volvió, tal vez, respondiendo a ese su axioma que los aimaras “somos janiwa”. Volvió junto a sus correligionarios movilizando, una vez más, a Achacachi. Si antes puso de cabeza al gobierno neoliberal de Hugo Banzer, hoy lo hace al denominado “proceso de cambio”.

Como si fuera una confirmación de ese axioma que “el poder corrompe”, la legitimidad de la radicalidad del Mallku, proviene por estar “fuera del poder”. De allí, el sentido insurgente de su accionar político y su interpelación discursiva al gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS). Esa autonomía con relación al poder, por lo tanto, es la fuente de su legitimación política/discursiva del Mallku. Y, tal vez, por esta razón que el retorno del Mallku perturba al Gobierno en un momento crítico de su gestión.

“Hay que indianizar a los q’aras”, decía el Mallku el año 2000. Con esta frase ponía en el diván el susodicho mestizaje. Posiblemente, el fracaso del “proceso de cambio” se refleja en el retorno inexorable a esa construcción criollomestiza de nación. Aquí, quizás radica el sentido del regreso del Mallku a sus andanzas insurgentes en el altiplano achacacheño.

Casi como si fuera carnada del destino, los excompañeros de lucha: Felipe Quispe y Álvaro García Linera hoy están enfrentados. El Mallku simboliza el indianismo radical y el vicepresidente, el indigenismo. Ese indigenismo que históricamente enarboló la intelectualidad criolla/mestiza que habla(ba) en “nombre de los indios” para esa búsqueda de armar argumentos con supuestas intenciones y así justificar intervenciones para asimilar culturalmente a los pueblos indígenas. Aquí estriba uno de los meollos de la interpelación del indianismo del Mallku al discurso indigenista de García Linera.

Más allá de la demanda de la renuncia del Alcalde de Achacachi, acusado de corrupción, esta movilización de los aimaras, a la cabeza del Mallku tiene un trasfondo ideológico profundo. La radicalidad katarista que refluye, una vez más, descarnando el fracaso del discurso descolonizador del “proceso de cambio” enarbolado por el partido oficialista. Un desencanto que se refleja cuando el Mallku se refiere al Presidente como un “supuesto aimara” y expresando el dolor de muchos indígenas por haber “llevado en hombros —como dice el Mallku— al cocalero Evo Morales (…) para que sea primer Presidente indígena”.

La interpelación del Mallku simboliza esa crítica a “algo que pudo ser” con el “proceso de cambio”, pero, en la óptica de Felipe Quispe, con el devenir se ha marchitado este proceso. Se desvió en el camino. Por esta razón que la crítica del Mallku genera malestar al poder. Si antes en la era del gobierno constitucional de Banzer se le acusaba de ser el promotor de un “racismo a la inversa”, un “revoltoso” o un “lenguaraz cacique” que promueve   un “radicalismo étnico”, hoy, en estos tiempos del “proceso de cambio”, el oficialismo le acusa de ser un “instrumento del imperialismo”.  En ambos casos, el banzerismo democrático y el oficialismo de hoy no han interpretado esa “pedagogía al revés” del Mallku. Estratégicamente el líder aimara, una vez más, pone en entredicho a esa “Bolivia moderna”, es decir, a ese blanqueamiento del cuerpo del indio que antes pregonaba el gonismo, a través de su mentado multiculturalismo, hoy tiene su propia versión oficialista, por la vía del discurso plurinacional, que reubica acertadamente el Mallku, como diría Javier Sanjinés, en la “metáfora para dar el punto de vista de la subalternidad”. Quizás por esta razón, el Mallku dice que el gobierno del MAS “pretende sacarnos un ojo de la cara y un pedazo de carne del cuerpo”. Aquí radica, aunque metafóricamente, la interpelación discursiva e ideológica del Mallku.

En su cuenta de Facebook, el Mallku aparece en una foto leyendo el Arte de la guerra de Sun Tzu, casi anunciando su batalla cultural/ideológica, siguiendo para eso con uno de los consejos del estratega chino: “El que sabe cuándo puede volar y cuándo no, será victorioso”. Al unísono de esta frase el propio Felipe Quispe afirma: “Nuestra elegante lucha es originaria y autóctona. Como nos han enseñado nuestro inmortal Tupak Katari y otros héroes originarios”.