Para los diferentes analistas y opinadores coyunturales, el tema en boga hoy en día es el análisis de la crisis económica que vive el país, cuyo origen se basa en que el Estado no supo aprovechar los recursos de las denominadas “vacas gordas”, por lo que ahora en época de “vacas flacas” nos encontramos en un callejón sin salida; esto según sus criterios.

Para comprender esta afirmación es necesario definir primero claramente la palabra “crisis”, que es utilizada tan alegre e irresponsablemente para describir la realidad económica del país. En este sentido, revisando los conceptos básicos podemos decir que un país está en crisis cuando presenta los síntomas de recesión, contracción y depresión, el nivel de la crisis dependerá del grado de avance de dichos males.

Ahora bien, profundizando podemos definir a la recesión como la paralización general de la actividad económica de un país. Esto provocado generalmente por una caída en la producción, que a su vez genera un menor empleo de la mano de obra, aspecto que promueve una disminución de la demanda de bienes y servicios, razones que ahuyentan a las inversiones. En pocas palabras, la recesión es el detenimiento intempestivo del coche del desarrollo, lo que frena el crecimiento del PIB real.

El siguiente síntoma es la contracción, que es el decrecimiento del PIB real. Es decir que el Producto Interno Bruto estaría en números rojos. También podemos decir que es la puesta en reversa del coche del desarrollo. Finalmente tenemos la depresión, que nos habla acerca de la duración o del periodo en el que un país se encuentra en recesión y/o contracción.

Comprendido esto, para definir a Bolivia como un país en crisis, debemos preguntamos ¿si la economía boliviana está viviendo y/o encaminada a un estado de recesión? La respuesta es un rotundo no. Esto si tomamos en cuenta que la recesión es fruto del detenimiento del crecimiento del PIB real o incluso su disminución, aspectos que están lejos de la realidad nacional.

Como base podemos tomar las proyecciones de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Ambos organismos coinciden en que el PIB de Bolivia crecerá en torno a un 4% en 2017, lo que nos sitúa como la economía de mayor crecimiento de la región. Dicho de otra forma, Bolivia sería la economía más alejada de una situación de crisis en Sudamérica.

Entonces, bajo estos argumentos tildo de “irresponsabilidad” afirmar que la economía boliviana se encuentra en crisis. Esto en el entendido de que la palabra “crisis” suele ser asociada con el desastre, el caos y la ruina, entre otras características. Como decía el ministro de propaganda nazi Josep Goebbels, “Miente, miente, miente, que algo quedará. Cuando más grande sea una mentira, más gente la creerá”. Pues bien, si algunos ciudadanos realmente comienzan a creer esta falacia, el temor a una “crisis” los llevaría a contraer su demanda, aspecto que podría generar un efecto en cadena y llevarnos a una crisis real.

Es por eso que se debe tener mucho cuidado con el uso de algunas palabras al momento de describir o emitir una opinión sobre la salud de la economía nacional, ya que son más de 10 años continuos que algunos analistas anuncian la crisis y son 10 años en los que se equivocaron consecutivamente. Es triste imaginar que algunos opinadores que vaticinan la crisis están esperando con ansias que llegue ese momento; esto solo para poder gritar que tenían la razón, sin tomar en cuenta que en el juego de las expectativas ellos podrían contribuir a que se genere dicha situación.