Voces

Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 14:19 PM

La ‘opo’ en su mala hora

/ 29 de septiembre de 2017 / 04:39

Desde octubre de 2014 que la oposición no vivía días tan negros. Primero fue la presentación del recurso abstracto de inconstitucionalidad que puso a los anti-Evo en off side. Su estrategia de convertir las elecciones judiciales en un plebiscito había quedado más resfriada que estudiante de primaria en el invierno de Oruro.

Las encuestas son categóricas, aunque existe un número importante de bolivianos que se opone a la reelección de Morales, solo un pequeño grupo estaría dispuesto a movilizarse en las calles, y menos aún a usar métodos violentos. En resumen, no habrá muchas olas en el supuesto caso de que el Tribunal Constitucional decida levantar la prohibición para la repostulación.

Y si esto fuera poco, la caída continuó. De pronto el “grupo de los seis” se convirtió en “grupo de los cinco”. Con inteligencia y lucidez, Sol.Bo evaluó que era una torpeza seguirse codeando con el grupo de perdedores y que lo que correspondía era organizar otra tienda política, tal vez pensando en 2025.

A ello se suma el golpe más duro: la acusación de que el dueño de Unidad Nacional, Samuel Doria Medina, no habría pagado el monto que correspondería a la venta de acciones de Soboce al grupo mexicano de Cementos Chihuahua. Es decir, evadió impuestos.

El empresario se encuentra contra las redes y su única salida es probar cheque en mano que no recibió el dinero que los mexicanos dicen que le pagaron. Si no lo hace, no solamente tendrá que pagar una multa más los impuestos no pagados, que llegan a la suma de Bs 203 millones; sino que además habrá perdido toda credibilidad. ¿Quién votaría por un candidato que siendo multimillonario no pagó sus impuestos?

Y el tiempo no está a favor de Doria Medina, mientras más tarde en presentar las pruebas de que no recibió el dinero que los norteños dicen haberle pagado, la cosa empeorará. En círculos políticos ya se habla de que le convendría dejar la política y cederle su posición a Soledad Chapetón, hoy por hoy la única militante de UN con cierto arrastre.

Mientras tanto, Rubén Costas ha demostrado ser solo un líder regional incapaz de vencer las fronteras de su departamento. Y para colmo, Carlos Mesa no irá a las elecciones. Es demasiado inteligente para darse cuenta de que requiere de aparato político, y que al no tenerlo, en caso de ser elegido presidente tendría que ceder a los eternos chantajes de “sus” parlamentarios.

Y mientras todo esto ocurre, no ha surgido un solo nuevo líder capaz de incendiar el corazón de los bolivianos. Lo dicho, han sido los 10 días más duros para la oposición.

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México, hora de soñar

/ 6 de julio de 2018 / 03:47

No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hagan soñar”, dice Viginie Despentes, y la frase es casi una metáfora. “Si no puedo bailar, no quiero tu revolución”, diría Emma Goldman; y la invocación es casi una plegaria, pero no una oración de ruegos y peticiones, sino una de gratitud por la vida.

Sí, porque de sueños y bailes se hace la vida. Y eso es lo que acaba de expresar México, la tierra de Emiliano Zapata, de Pancho Villa, del subcomandante Marcos. En el país donde el 10% más poderoso controla dos tercios de la riqueza y donde el 1% concentra uno de esos dos tercios. Bueno, en ese país los pobres descubrieron (al igual que en Bolivia en 2005) que mejor que vender el voto por los candidatos de la derecha era votar por uno de izquierda.

Así, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), al que le robaron dos elecciones anteriores, será posesionado el 1 de diciembre como nuevo presidente del país al sur del río Bravo.

Los desafíos son múltiples, pero van más allá de la lucha contra la corrupción o el narcotráfico. López Obrador deberá tener la cintura para transar con los empresarios y los obreros para mejorar la vida de los trabajadores y reconstruir la industria nacional. Deberá impulsar el desarrollo necesario para que la gente migre porque quiere (si es que lo quiere) y no por necesidades económicas. Y tendrá que lograr reconstruir un país donde los poderes fácticos, como la Policía, estarán contra él.

¿Podrá el nuevo Gobierno combinar a los evangélicos que lo apoyaron con los militantes del movimiento LGTB que también están en sus filas? ¿Hallarán puntos de convergencia los trabajadores y la patronal que votaron por López Obrador? ¿Encontrará AMLO espacios comunes con Donald Trump que eviten escenas tan denigrantes como la separación de niños de sus padres y su reclusión en campos de concentración?

Esa historia está por construirse. América Latina está expectante, como lo estuvo cuando Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo o cuando los zapatistas se levantaron al grito de “para todos todo, para nosotros nada”.

Y ya que comenzamos esta columna con Goldman, me viene a la cabeza otra frase de la gran revolucionaria anarquista: “Pedid trabajo si no os lo dan; pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan”. Y para coger el pan es que los mexicanos más pobres han votado por el hombre que les hizo soñar, lo cual bien visto es una forma de bailar con el mañana.

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México, hora de soñar

/ 6 de julio de 2018 / 03:47

No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hagan soñar”, dice Viginie Despentes, y la frase es casi una metáfora. “Si no puedo bailar, no quiero tu revolución”, diría Emma Goldman; y la invocación es casi una plegaria, pero no una oración de ruegos y peticiones, sino una de gratitud por la vida.

Sí, porque de sueños y bailes se hace la vida. Y eso es lo que acaba de expresar México, la tierra de Emiliano Zapata, de Pancho Villa, del subcomandante Marcos. En el país donde el 10% más poderoso controla dos tercios de la riqueza y donde el 1% concentra uno de esos dos tercios. Bueno, en ese país los pobres descubrieron (al igual que en Bolivia en 2005) que mejor que vender el voto por los candidatos de la derecha era votar por uno de izquierda.

Así, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), al que le robaron dos elecciones anteriores, será posesionado el 1 de diciembre como nuevo presidente del país al sur del río Bravo.

Los desafíos son múltiples, pero van más allá de la lucha contra la corrupción o el narcotráfico. López Obrador deberá tener la cintura para transar con los empresarios y los obreros para mejorar la vida de los trabajadores y reconstruir la industria nacional. Deberá impulsar el desarrollo necesario para que la gente migre porque quiere (si es que lo quiere) y no por necesidades económicas. Y tendrá que lograr reconstruir un país donde los poderes fácticos, como la Policía, estarán contra él.

¿Podrá el nuevo Gobierno combinar a los evangélicos que lo apoyaron con los militantes del movimiento LGTB que también están en sus filas? ¿Hallarán puntos de convergencia los trabajadores y la patronal que votaron por López Obrador? ¿Encontrará AMLO espacios comunes con Donald Trump que eviten escenas tan denigrantes como la separación de niños de sus padres y su reclusión en campos de concentración?

Esa historia está por construirse. América Latina está expectante, como lo estuvo cuando Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo o cuando los zapatistas se levantaron al grito de “para todos todo, para nosotros nada”.

Y ya que comenzamos esta columna con Goldman, me viene a la cabeza otra frase de la gran revolucionaria anarquista: “Pedid trabajo si no os lo dan; pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan”. Y para coger el pan es que los mexicanos más pobres han votado por el hombre que les hizo soñar, lo cual bien visto es una forma de bailar con el mañana.

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Nacer tarde

/ 18 de agosto de 2017 / 04:18

No me quejo, pero puestos a escoger quizá me hubiera gustado vivir en los años 30 e ir a luchar junto a la España republicana en las célebres brigadas internacionales. Claro está, influye en mí la cantidad de poetas formados al calor de esa República que cambiaría la historia y que tendría que enterrar a millones de muertos. Con 30 años de menos me interesaba sobre todo el momento histórico, la lucha de los anarquistas y de los trotskistas del Partido Obrero de Unificación Marxista, las traiciones del stalinismo. Eran tiempos de Rebelión en la granja, de Orwell, y de ¿Por quién doblan las campanas?, del gran Hemingway y, por supuesto, del Miguel Hernández y su “nacerá nuestro hijo con el puño cerrado”.

Con 20 años de menos las búsquedas fueron tras Federico García Lorca, su pasión por lo popular, simbolizado por el mundo gitano, su capacidad de convertir en arte las tragedias de los celos en Bodas de sangre y de denunciar el machismo más absurdo en La casa de Bernarda Alba y en Yerma. Y mutaron a El viejo y el mar de ese gran retratista de perdedores que fue el viejo Hem. Ya no era Roberto Jordán de la Brigada de combatientes norteamericanos Abraham Lincoln, sino Santiago un pescador que lucha contra el destino. Ambos pierden, ambos ganan la inmortalidad.

Pero ahora, aún reconociendo que los avances de la humanidad se deben a las revoluciones, me interesa más la vida de los revolucionarios, su tragedia, esa terrible constatación de que la revolución termina devorando a sus hijos, y que detrás de cada revolucionario hay un comisario.

Y por eso he leído con fascinación y tristeza la vida de William Aalto (con doble “a”, pues era de origen finlandés) un brigadista que se cubrió de gloria luchando contra el fascismo en España (al mando de 30 guerrilleros rescató a 300 republicanos y los llevó a tierra de los leales); y luego combatiendo a los nazis en la OSS, las fuerzas de inteligencia norteamericanas que actuaron en la Segunda Guerra Mundial.

Fue un revolucionario de gran mérito, pero al igual que Federico García Lorca y tantos otros era homosexual. Y los stalinistas, los nazis, y los macartistas estadounidenses perseguían a los gais, y por eso lo expulsaron del PC y de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. En los años 60 pasó lo mismo en la Cuba revolucionaria y Leonardo Padura lo denuncia en Máscaras.

Claro, igual me gustaría haber combatido en Terruel, en la ciudad Universitaria o en el Ebro junto a los brigadistas importándome poco su forma de amar mientras se ame a los demás porque, como dice Álvaro García Linera, la diferencia entre los religiosos y los revolucionarios es que los primeros sueñan con salvarse y los segundos, con salvar a los otros

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La verdad sobre el gas

/ 4 de agosto de 2017 / 04:06

Shell Brasil se encuentra analizando distintas alternativas para abastecer la demanda local de gas. El gas boliviano se presenta como una opción muy interesante para satisfacer las necesidades de este mercado”. La declaración anterior pertenece al gerente general de Desarrollo de Mercados en América de Shell, Christian Iturri, y fue realizada en Río de Janeiro.

La Shell junto con Exxon y Gazprom son las tres más grandes empresas petroleras del mundo y el solo interés en el gas boliviano demuestra varias verdades: i) hay suficiente gas en el subsuelo boliviano para cubrir la exportación a Brasil y Argentina como para abastecer el creciente mercado nacional.

ii) Además de ello, hay mercado en los vecinos países porque el gas nacional sigue siendo la mejor opción, particularmente en precio y volumen.
iii) El solo anuncio del interés de la Shell tiene un fuerte impacto en el mercado. En el futuro Bolivia no solo debe venderle gas a Petrobras, sino también a los operadores privados en Brasil. Sabido es que mientras más demandantes hay, mejores condiciones para la negociación de precio.

En la era neoliberal solo podías negociar con el gigante brasileño y no siempre teníamos la sartén por el mango. Ahora, además de la todopoderosa Shell, podremos venderle a actores privados de los estados brasileños fronterizos con Bolivia.

iv) Las declaraciones tremendistas que señalan lo contrario son visiones políticas y, por tanto, interesadas. Ninguna transnacional comenzaría negociaciones con Bolivia si no caminaría sobre terreno firme. Este es un jaque mate para los teóricos del desastre que andan diciendo por ahí que estamos rascando la olla.

“Podrían existir sinergias entre Shell Bolivia y las necesidades de gas en Brasil”, dice Iturri basándose en que su empresa tiene el desarrollo de Huacareta, un megacampo que tendría un potencial de entre 8 y 13 TCF. Si se aceleran los trabajos en esa región habría más gas para exportar el 2020.

Adicionalmente, el Gerente General de Shell señala que “Bolivia es el corazón energético de Sudamérica y es el punto de balance para la producción y consumo de gas en los diferentes países en el cono sur”. En otras palabras, no cabe duda de que la política nacional va por buen camino.

La Shell se enmarca en un creciente desafío de buscar energías cada vez más limpias relacionadas con el cuidado del medio ambiente y que combatan el efecto invernadero. Por eso compró British gas hace un par de años. Y el gas es mucho más seguro y ecológico que otros combustibles fósiles. Como vemos, por lo menos en este campo, “lo mejor está por venir”.

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