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Dos visiones de música y vida

Johann tomó la pluma, la ahogó en la tinta y le dio un respiro en el aire antes de aplastarla en la hoja. El genio firmaba su sentencia de eternidad con una de sus obras predilectas, Tocata y fuga en re menor BWV 565.

Entre 1703 y 1717, aproximadamente, el ícono Johann Sebastian Bach escribió algunas de las mejores piezas que se puedan escuchar hasta hoy (antes de que nacieran Bieber o Maluma, obviamente). Pero la historia de la música no solo transcurría en Europa, aunque muchos lo consideren así. De este lado, en los Andes también sonaron ritmos, melodías, y también se bailaba y cantaba.

Saturnino Mamani, por los mismos años, salía de su casa rumbo a una montaña a escuchar al Sirinu (deidad diabólica, no por ello maléfica) para componer una canción (actualmente perdura la tradición de hacer serenar los instrumentos).

Mamani dejaba sus sicus (ahora zampoñas) en la cima. El viento soplaba las cavidades, que revelarían la melodía a tocar y bailar solo ese año. “Se dice que así como el sirinu es capaz de entregar música nueva, su contendiente (el compositor) puede perder la razón, volverse alcohólico o incluso morir”, cuenta Carlos Gutiérrez, director asistente de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (OEIN) sobre esa tradición andina. Mamani debía regresar al pueblo y enseñar la pieza a la comunidad. Ahí terminaba su función y con ello firmaba el pacto de su anodina existencia.

Las diferencias entre estos dos mundos y formas de ver la vida son abundantes; no por ello una es mejor que otra. Por un lado, en los Andes la visión de componer se basaba en sacar la melodía de dentro del instrumento y no que un “iluminado” conciba la pieza inigualable. El sicu, antes de la Colonia, era una pieza de dos partes. Se interpretaba con al menos un par de personas (eso revela charla, unión, pareja). En estas tierras no existía la figura del solista musical, porque la música es un evento social.

Sobre los compositores, Bach perdurará por los siglos, Mamani desaparece y da paso a la comunidad. No existen los sicuris o la tarqueada de fulano o mengano. Está por encima la visión colectiva, el italaque de Santiago de Machaca, la tarqueada de Coro Coro, etc.

El autor no será recordado, porque lo colectivo carcome el ego individualista. Su música es temporal, responde a las estaciones, al clima, no perdurará eternamente. Él no es el genio incomparable, es solo el medio para entender lo comunitario mediante la música.

Es que la música no solamente son ritmos o melodías, la música es vida, visión de vida. Por ello la importancia de a qué tipo de música somos afines, porque al final, la música que escuchas es la vida que llevas.