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Los silencios del general Gary Prado

El Gral. Gary Prado Salmón es autor de un suceso militar por el que siempre será recordado. Hace 50 años, al mando de su patrulla, capturó en la quebrada del Churo al célebre guerrillero Ernesto Che Guevara, y su nombre, junto al de su prisionero, se hizo mundialmente famoso. Pero lo lamentable es que Prado nunca contó la verdad del hecho del que fue protagonista. Ocultó la verdad, muy comprensible, para evitar represalias en aquella época de pasiones desenfrenada, pero dando lugar con su silencio a la aparición de falsos “héroes” de aquella contienda.

A medio siglo del suceso es hora de que el Gral. Prado cuente la verdad de lo acaecido luego de la captura del Che Guevara, sin disfrazar la verdad, como hasta hoy lo ha hecho. Prado sostiene, sin sensatez, que al día siguiente de la captura del guerrillero argentino-cubano, muy temprano, llevó al Cnl. Zenteno a la quebrada del Churo, donde ya se encontraban los capitanes Torrelio y Ayoroa  y los suboficiales Totti y Espinoza, al mando de una numerosa tropa rastrillando la zona. Que luego de hacerle conocer a Zenteno el Churo, muy de mañana, lo devolvió a la Higuera con escolta, quedándose él en la quebrada hasta después de la una de la tarde, y que cuando regresó a la Higuera le informaron que el Che ya había sido ejecutado.

¿Cómo es posible admitir que Prado haya preferido quedarse en el Churo en vez de estar junto a su famoso prisionero? La lógica se reciente. No es admisible que Prado, un oficial de carrera y con fama de leído, haya cometido semejante desliz. Ese momento Prado vivía su hora más gloriosa, tenía en sus manos al Che Guevara, por lo que cuesta creer que dando la espalda a la historia se haya quedado en el Churo.  

Días después dijo que cuando llegó a Vallegrande con su tropa, el cadáver del Che ya había sido incinerado, alterando una vez más los hechos. ¿Qué buscaba Prado? Minimizar su actuación para evitar represalias. Muy comprensible y razonable su postura. Nadie tiene por qué arriesgar su vida por reconocer algo que su deber le impuso. Prado siempre dijo, buscando protegerse de la venganza, que entregó vivo a su prisionero y que fueron sus superiores los que decidieron su destino.  

Sin embargo ahora, pasado medio siglo, cuando ya no hay peligros que pongan en riesgo su vida, ni su honor, es hora de que Prado nos cuente la verdad de lo sucedido en La Higuera aquel mediodía del 9 de octubre de 1967. Con su versión se derrumbarán muchos mitos y falsos héroes.

Su silencio ha dado lugar a que el exagente de la Central de Inteligencia de EEUU (CIA) Félix Rodríguez diga lo que le venga en gana, la vez que quiere ganar dinero a costa de contar la historia de la ejecución del Che en La Higuera. Rodríguez, cambiando de tiempo en tiempo su relato, según su conveniencia dice, por ejemplo, que fue él quien recibió la orden de ejecutar al Che; que abogó por la vida del prisionero; que recibió los últimos encargos del mítico guerrillero, que se quedó con su reloj, que eligió a su matador, que fue él quien certificó la muerte del Che, etc.

Lo más probable es que Prado regresó del Churo con Zenteno y que estuvo junto al Che hasta su ejecución, historia que es hora de que la cuente sin retoques ni falsificaciones.