Políticamente incorrecto
La aprobación del Art. 153 del Código Penal es el resultado de 21 años de arar, de hablar, de proponer.
No recuerdo haber escrito alguna vez sobre Gabriela Montaño: nunca lo consideré necesario, y los prejuicios también hicieron lo suyo. La certeza de que no faltaría el idiota que pensara que pretendo defenderla (cosa absolutamente innecesaria) me puso en el lugar “políticamente correcto” y me llamé a silencio. Hoy, como dice Sabina, “tiro porque me toca”.
La aprobación del artículo 153 del Código Penal, referido al aborto, salvará la vida de miles de mujeres. Es el resultado de 21 años de arar, de hablar, de escribir, de proponer. Una tarea titánica que requiere de inteligencia, paciencia, constancia, fortaleza y, sobre todo, conocimiento de lo humano, en todos sus aspectos; desde las mujeres que sufren y mueren, hasta las feministas oenejeras que saben que si las mujeres ganan derechos, ellas dejan de facturar porque se quedan sin “causa”; pasando por las feministas y mujeres y hombres no feministas que batallaron desde donde pudieron para lograr la aprobación de ese artículo, convencidas en sangre de que hay que defender la vida, y los derechos. En eso (entre otras muchas tareas) anduvo Gabriela Montaño los últimos 20 años, día por día.
La batalla fue larga, hacia afuera y mucho más dura al interior del MAS. Las posiciones iban y venían con diferencia de horas, y mantener firme el timón y capear esos temporales en tiempos políticos a veces favorables y a veces (los más) adversos fue el agua que le toco navegar. Y nunca se corrió.
Pero no estuvo sola. Lupe Pérez, Moira Rimasa, Claudia Columba, Mónica Novillo, Adriana Salvatierra, Susana Rivero, entre muchas otras, tensaban y aflojaban la cuerda con una pericia que solo las mujeres tienen en casos de gravedad extrema. Como dijo Mario Benedetti, “cuando dejan los ruleros y la revista Para Ti, son verdaderas gladiadoras”.
Decir que somos un Estado laico no es lo mismo que asumirlo y dar el resultado; mucho menos presidiendo la Cámara de Diputados. Es poner el cuerpo firme cuando todo parece derrumbarse y reconstruirlo. Es, en definitiva, ser consecuente con lo que crees durante toda tu vida. Y con lo que dijiste de 20 años hasta hoy. No sé de mucha gente que pueda decir eso de sí misma. Gabriela Montaño puede, y un puñado de compañeras, también.
Sé de lo que hablo y seré políticamente incorrecto en la necesaria infidencia: le supe las discusiones. Le supe las angustias; le supe los cansancios; le supe los insomnios y las furibundas puteadas y las alegrías chiquitas y las caminadas interminables por el cuarto y los 40 cigarrillos después de alguna traición o desacierto. Le supe algún llanto nocturno en que me sentí estéril frente a su desesperada fortaleza del “tal vez no llegar, no lograrlo”, y mi: “ya, Gaby…si no se llega, no se llega”. Frente a su: “mierda, se mueren mujeres todos los días, ¡no hay ‘si no se llega’!, llámala a Lupe, a ver en que más anda el Colectivo Rebeldía”. Podría extenderme en infidencias, pero no hace falta. Solo quería contar esto, porque seguramente lo ignorará la historia.
Se salvarán (decía al principio) miles de mujeres: las que marcharon a favor; las que, aun no pensando en abortar, apoyaron la ley; y las que, habiendo abortado (a escondidas) alguna vez marcharon en contra. Aquel artículo del Código Penal salvará la vida, inclusive, de aquellas que se opusieron por legítima convicción, si es que tuvieran que (ojalá que no) llegar a esa jodida instancia.
En todo caso, como dijo García Márquez, “hay que contar lo que pasa antes de que lleguen los historiadores”, incluso sabiendo que, como en este caso, sea políticamente incorrecto.