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Día Mundial del Trabajo Decente

En un contexto de gran incertidumbre, cada vez más se necesita un trabajo decente para toda la población.

/ 7 de octubre de 2017 / 04:19

El mundo del trabajo está cambiando de manera acelerada. En un contexto de globalización, de alta tecnología, donde la información se comparte en fracciones de segundos, es difícil prever cuáles serán las nuevas industrias y los trabajos en 10 años o cómo la tecnología transformará el mundo del trabajo.

Estas grandes preguntas generan preocupaciones legítimas entre los trabajadores y emprendedores. En la vida laboral, cada uno busca un empleo bien remunerado, la posibilidad de recibir una formación adecuada para adaptarse a los cambios, y beneficiarse de un sistema de seguridad social que responda a las nuevas realidades. En resumen, en un contexto de gran incertidumbre, cada vez más se necesita un trabajo decente, celebrado este día, 7 de octubre, en el ámbito mundial.

El trabajo decente es reconocido como un eje central en la Agenda 2030 y se interconecta con la mayoría de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 2015 por los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas. El ODS 8 relaciona directamente el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo productivo y el trabajo decente.

Los países andinos tienen cuatro grandes desafíos laborales y productivos. En primer lugar, no cabe duda de que existe una estructura productiva poco diversificada y niveles promedios de productividad muy por debajo de los estándares de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Solo pocos sectores (minería, telecomunicación, banca y seguro, entre otros) presentan niveles de productividad empresarial altos.

La inmensa mayoría de los sectores intensivos en empleos (agricultura familiar, comercio, transporte, etc.) presentan niveles de productividad tan bajos que no generan las condiciones para fomentar empleos de calidad. Esta situación provoca una distribución inequitativa de los ingresos, así como la incapacidad de las economías para generar empleos de calidad.

El segundo desafío del mundo del trabajo en la región es el alto nivel de informalidad que existe actualmente. La mayoría de los trabajadores y empresas informales no lo hacen por elección, sino como consecuencia de la falta de oportunidades en la economía formal, y por carecer de otros medios de sustento. Reducir la informalidad, a través de políticas multidimensionales, significa mejorar las condiciones de trabajo y de vida de millones de personas en la región andina y en el ámbito mundial.

El tercer gran desafío y prioridad de la región para contribuir al ODS 8 es asegurarse que las numerosas legislaciones se cumplan en la práctica, en línea con las Normas Internacionales del Trabajo, ratificadas por los países de la región. Esto pasa a través del diálogo social y el reconocimiento y fortalecimiento de los actores del mundo del trabajo, que son el Gobierno, las organizaciones de empleadores y los trabajadores.

Finalmente, el incremento en la cobertura de los sistemas de protección social y la calidad de las prestaciones sociales (salud, pensiones) juegan un papel central en la reducción de las desigualdades en los países de la región. La mejora de los sistemas de seguridad social y la inversión en políticas sociales son centrales para mitigar las incertidumbres generadas en el mundo del trabajo.

Por estos motivos, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se suma a la celebración del Día Mundial del Trabajo Decente, fecha que representa una buena oportunidad para reflexionar sobre estos cuatro desafíos y encontrar soluciones concertadas para promover un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. 

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Violencia contra la mujer en el mundo

La violencia en el mundo del trabajo afecta desproporcionada-mente a las mujeres.

/ 25 de noviembre de 2017 / 04:53

En los países andinos una de cada tres mujeres sufre o ha sufrido violencia por parte de su pareja al menos una vez en su vida. No es solamente humanamente y socialmente inaceptable, sino también tiene secuelas económicas negativas. La violencia contra las mujeres no solo afecta su dignidad, su salud y su calidad de vida así como la de quienes las rodean, sino también merma su desarrollo personal y su capacidad de contribuir al crecimiento económico.

Según un estudio de la Cooperación Alemana realizado en Perú, Bolivia y Paraguay, la violencia contra las mujeres trabajadoras en relaciones de pareja está presente en una cantidad significativa de empresas y afecta directamente la productividad laboral y el desempeño. Los daños físicos y emocionales pueden resultar en una incapacidad laboral crónica de las trabajadoras en cuestión. El ausentismo así como problemas de concentración por distracción y preocupaciones son un claro ejemplo de ello. En los países del estudio, anualmente una víctima pierde al menos 25 días laborales; mientras que un agresor, al menos 36. Los expertos señalan que esta problemática ya no puede ser considerada por las empresas como una cuestión privada que no les concierne.

Las mujeres trabajadoras también pueden estar sujetas a acoso o conductas violentas por parte de sus superiores, colegas, clientes o autoridades locales. En efecto, los datos disponibles sugieren que la violencia en el mundo del trabajo afecta desproporcionadamente a las mujeres. Algunos de los factores que las exponen a la violencia son las relaciones de poder desiguales, salarios bajos o inestables, la inseguridad laboral y los sectores u ocupaciones en las que están concentradas las mujeres.

La violencia laboral puede llevar a las trabajadoras a abandonar su trabajo o a renunciar a trabajar. Esto, a su vez, se traduce en una discontinuidad del empleo y de los ingresos presentes y futuros (pensiones por ejemplo). De esta manera, los agresores contribuyen a aumentar la brecha salarial de género, que actualmente es del 23%; es decir, el salario promedio de una mujer equivale al 77% del salario de un hombre.
La eliminación de la violencia contra las mujeres y niñas en los ámbitos público y privado es un eje central de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, reflejado directamente en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) numeral 5 referido a la igualdad de género. Respecto al ODS numeral 8, enfocado en promover el trabajo decente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha reconocido desde sus inicios que éste es incompatible con la violencia y el acoso contra las mujeres en el mundo del trabajo y es clave para su empoderamiento económico.

Consciente de la importancia del tema, la Conferencia Internacional del Trabajo en junio de 2018 discutirá sobre la posible adopción de una nueva norma internacional sobre la violencia y el acoso contra las mujeres y los hombres en el mundo del trabajo. Dicha norma definirá lo que es “violencia y acoso en el mundo del trabajo”, determinará su alcance, y proporcionará orientaciones sobre cómo prevenir y abordar este flagelo.
La violencia contra la mujer es más que nunca visible en la agenda política; sin embargo, es importante mantenerlo a largo plazo y decir “basta de violencia, cambiemos, denunciemos”. Por estos motivos, la OIT se suma a la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y reafirma su compromiso de seguir colaborando con los gobiernos, las organizaciones de trabajadores y de empleadores y la sociedad civil, a fin de garantizar un mundo libre de violencia contra las mujeres y las niñas.

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