Icono del sitio La Razón

El bien común

Si bien el desarrollo económico es entendido hoy en día como un proceso donde las condiciones de bienes y servicios se encuentran en estado creciente y al alcance de todos los grupos sociales, en los últimos tiempos se observa que lograr este concepto constituye un gran reto en las áreas rurales o marginales. Los bolivianos tendemos a emigrar del campo (áreas rurales) hacia las ciudades buscando mejores condiciones de economía y bienestar. Según el INE, en los últimos 40 años (1976-2012) la población urbana de Bolivia pasó del 41% al 67%; es decir que actualmente tan solo el 33% de los bolivianos convive en el contexto rural.

En un sentido de conservación de los ecosistemas, esta tendencia demográfica podría interpretarse como una menor presión hacia los recursos naturales en las zonas rurales. Sin embargo, las presiones ambientales paradójicamente incrementan cada año para la extracción de recursos naturales, bajo un modelo basado en el comercio de materias primas. En los últimos 50 años el país no ha logrado avanzar en la industrialización y competitividad de productos que brindan mayor valor agregado, provenientes principalmente del bosque.

Con el enorme potencial que la madre naturaleza nos otorga, lograr el desarrollo sostenible parece ser muy distante. Alcanzar una mejoría en las condiciones de vida presente sin poner en riesgo los recursos de las generaciones futuras se visualiza como una metáfora. Desde hace siglos nuestro modelo económico ha sido incompatible con un desarrollo que realmente beneficie a las personas y al medio ambiente. Para logar el desarrollo sostenible se necesitan una sociedad, un entorno natural y una economía; estos tres elementos deben convivir de forma armoniosa, la sobrevaloración de alguno de ellos puede causar el desastre. El fundamento para lograr un desarrollo sostenible es la armonía absoluta entre la humanidad y la naturaleza.

En países en desarrollo como Bolivia ejecutar proyectos para preservar la naturaleza es un verdadero lujo. Si bien hoy se habla del cuidado del medio ambiente y de la Madre Tierra esto se plasma tan solo en discursos y planes; su aplicación es postergada porque las inversiones públicas priorizan la satisfacción de las necesidades básicas o las más demandadas por la población, como el desarrollo de infraestructura (caminos, escuelas, puentes, etc.). Se podría decir que actualmente vivir en las grandes ciudades, en un entorno con acceso a la comunicación, educación y salud, entre otros, es sinónimo de bienestar y lujo. Probablemente a futuro este concepto se invierta. Dentro de poco, contar con áreas verdes y estar rodeado de naturaleza será un verdadero lujo.