Sobre alquimia y sofística
En el siglo IV antes de Cristo se registró en Atenas un movimiento filosófico-social integrado por “maestros” de la retórica, que utilizaban el arte de la persuasión para obtener éxitos en los ámbitos públicos de la ciudad. Este movimiento fue criticado por Sócrates y posteriormente por Platón, quien calificó su actuar como la “captura de almas”, pues conseguían que los argumentos más débiles parecieran sólidos y fuertes, convenciendo a las personas de la certeza de sus razonamientos. Con el devenir de la historia, los métodos utilizados por este movimiento se replicaron en otros pueblos y en otras culturas.
Señalo esto para contextualizar algunas situaciones, puesto que en días pasados el señor Juan Antonio Morales publicó un artículo titulado “Los alquimistas”, en el cual señala que el déficit fiscal surge cuando los gastos son mayores a los ingresos, y que en este contexto el sector público estaría gastando más dinero del que genera.
La hipótesis que sostiene Morales utiliza un patrón de razonamiento incorrecto, pues al hablar de déficit fiscal no separa el “gasto corriente”, es decir, gastos por concepto de salarios, adquisición de bienes y servicios, y demás gastos para el funcionamiento del sector público, del “gasto en inversión”, que es toda erogación de recursos de origen público para crear, incrementar, mejorar o reponer el capital público, y que tiene por finalidad ampliar la capacidad económica productiva del país.
Igualmente, en esta lógica errática el autor no menciona al hecho de que la principal causa del déficit fiscal de las últimas gestiones son las inversiones públicas, y no así el gasto corriente como ocurrió en tiempos pretéritos. En ese contexto, este tipo de déficit no debería ser motivo de zozobra, como lo pretende el señor Morales, pues el mismo concluirá cuando las inversiones terminen aparejadas con los réditos económicos respectivos, en contraposición a un déficit proveniente del gasto corriente, que además de no generar réditos económicos para el Estado tiene un carácter recurrente y de crecimiento progresivo en el tiempo.
Conforme con lo anterior, se hace evidente que el profesor Morales, al igual que aquellos antiguos “maestros de la retórica” atenienses (sofistas), lo único que pretende es construir una trampa dialéctica en la opinión pública, puesto que en su artículo solamente complica su retórica, pero no ataca los asuntos de fondo, derivando necesariamente en una conclusión errónea con apariencia de razonamiento correcto.
En ese sentido, no es necesario ser muy docto en materia de economía para entender que aquello que tanta preocupación le causa a don Juan Antonio en referencia al déficit fiscal no está siendo abordado con “alquimia”, sino simplemente con iniciativa y sentido común.