Cuando era pequeña me preguntaba cómo se originaban las palabras, ¿quién las inventó?, ¿cómo se inventaron?, ¿quién se las imaginaba? Eso era como magia para mí. En mi cabecita pequeña era todo un sinfín de preguntas que a veces me atormentaban. Recuerdo por ejemplo que largo tiempo estuve piensa que piensa sobre quién inventó la palabra serpiente. Eso tenía que ver con la formación católica que tuve en colegio; y en particular cuando escuché por primera vez el relato bíblico de la creación y cómo Eva y Adán fueron condenados a vivir en la tierra luego de ser expulsados ignominiosamente del paraíso. En aquel relato la palabra serpiente me impresionó, pues fue ella quien urdió todo eso. Me preocupaba saber, entender cómo se inventó la palabra serpiente relacionada con lo malo, con lo que había que rechazar; quería saber cómo nació esa palabra. No lo logré.

Bueno, hoy como Feminista Comunitaria, esa palabra serpiente ya no me preocupa mucho, porque más bien forma parte de las palabras aliadas de las mujeres y de las y los indígenas, pues serpiente en aymara se dice katari, y significa sabiduría.

Regresando al tema del origen de las palabras, recientemente me preocupé por saber dónde se había originado la palabra justicia. Y reflexionando y reflexionando entendí que las palabras primero son sentimientos y sensaciones de todo tipo que necesitan sonidos para decirse y comunicarse a otra persona con quien queremos entendernos. Descubrí que la palabra justicia se origina en los sentimientos que producen la impunidad y el cinismo, el abuso, la explotación, el robo, la calumnia, la difamación, la mentira y demás daños que nos pueden hacer. La justicia es una búsqueda de alivio ante el cinismo que incluso se pavonea autovictimizándose, y lo único que se siente en la garganta como un clamor es la palabra justicia. Las y los abusivos, aquellos y aquellas que tienen el poder de manejar el mundo producto de un histórico tramado de impunidades, se apropiaron de la palabra justicia, que es expresión de un sentimiento y una búsqueda de reparación. En esa construcción de este sistema de la explotación impune, del asesinato impune, de la discriminación impune, crearon un aparato judicial que busca enajenarnos de esos sentimientos, arrebatarnos el sentimiento y la convicción de qué es lo justo; enterrar esa claridad en medio de papeles, trámites, jueces, fiscales y tribunales que lo que buscan es aburrirnos, cansarnos, desalentarnos, confundirnos.

En Bolivia nos hemos dado cuenta de que hay la necesidad de cambiar el aparato judicial; y en ese camino fuimos descubriendo que lo que conocemos como justicia ordinaria no es la única forma de hacer justicia; que incluso es la peor de todas, pero lamentablemente es la que heredamos de la república burguesa colonialista y neoliberal. Creo que es momento de ser creativas y creativos y crear otra Justicia. Tenemos de dónde partir estudiando la práctica de la justicia comunitaria, que no es una maravilla, pero es lo mejor que tenemos para partir.