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Tuesday 19 Mar 2024 | Actualizado a 04:36 AM

Muchos vivos en el Día de Difuntos

/ 29 de octubre de 2017 / 04:00

La costumbre popular considera las festividades litúrgicas católicas del 1 y 2 de noviembre como un solo acontecimiento. Todos Santos es una conmemoración católica que tenía como propósito contrarrestar las celebraciones celtas al cambio de estación. Todos los rasgos terroríficos tienen que ver con la creencia de que en el intersticio del paso del otoño al invierno se aparecían las almas en pena. Ahora este mundo de espectros es un gran negocio llamado Halloween. Por supuesto, son los vivos los que más lo aprovechan, inventándose espectáculos musicales, teatrales y gastronómicos, para una indefensa población que se emboba con el bombardeo publicitario.

Halloween fue posteriormente cargado hasta Norteamérica por los escoceses e irlandeses, y se acomodó a la cultura de los emigrantes que poblaron este continente, entre ellos la familia de Donald Trump. Su influencia es tal en un segmento de la población de La Paz-Chukiwayu Marka que la Subalcaldía de la zona Sur ha planificado la interrupción del tráfico para facilitar el desfile de los niños. Estos, ataviados y maquillados con productos chinos, lucirán sus disfraces que se expenden en los supermercados.

Mientras en el otro frente, Chukiyawu Marka, la celebración del Día de Difuntos, que tiene antecedentes prehispánicos, será distinta. Guamán Poma de Ayla alude al mes de noviembre como Aya markay quilla o la iesta de los difuntos: “Sacan a los difuntos de sus bóvedas que llaman pucullo y le dan de comer y beber, y le visten de sus vestidos ricos, y le ponen plumas en la cabeza, y cantan y danzan con ellos, y le ponen unas andas y andan con ellas de casa en casa y después tornan a meterlos en sus pucullos dándole sus comidas y vajilla al principal en plata y oro y al pobre en barro; y le dan sus carneros y ropa con ellas y gastan en esta fiesta muy mucho” (sic).

Van den Berg acota que “estas estructuras rituales son proyecciones del comportamiento social. Uno de los fenómenos culturales más característicos de los Andes, que se hace evidente en este tipo de festividades, es la cooperación mutua que se realiza con base en el principio de reciprocidad”. Esta costumbre explica que las mesas rituales, que a veces se arman de tres pisos para representar los tres mundos de las culturas originarias, estén rebozadas de alimentos, los favoritos del finado, y cuando los risiris culminan sus rogativas, deben comer dualmente, con el estómago simbólico del ausente.

En las regiones de La Paz se manifiestan de distintas formas rituales; por ejemplo en Quime, región minera donde la conformación poblacional criolla mestiza tiene una presencia importante. Los pobladores acostumbran realizar representaciones escénicas en los que se satiriza los matrimonios católicos, en los que participan personajes ficticios como curas, monaguillos y hasta novios.

La preparación de masitas para despachar a las almas o ajayus tiene su antecedente en las comilonas que se ofrendaban a los ancestros momificados. Se comparte entre compadres masitas con diferentes formas simbólicas, y platos de la gastronomía boliviana, a cual más suculenta. Un verdadero banquete que se come con las almas que deben partir ahítas y contentas para seguir cuidando y ayudando a sus familias. Este movimiento cultural también ha generado actividad económica, pero con el no disimulado temor por parte de los panificadores, que pronto harán al por mayor th’antaguaguas con una etiqueta que marque su origen: made in China.

Esta conmemoración a los difuntos tiene su continuación con el recuerdo de las almas olvidadas, ñatitas o calaveras, en la octava de noviembre; ritual para esperar el Jallu Pacha y el inicio de la preparación del Anata. Este ritual, señalado como herejía por las iglesias Católica y Evangélica, continúa como parte de la extirpación de las idolatrías (1565) hasta la fecha.

También esta fecha se recuerda la Masacre de Todos Santos, ejecutada por Natusch Bush y Guillermo Bedregal. Este último, pese a estar en proceso de convertirse en un t’hanta achachi, juega tenis y sigue recibiendo su jugosa pensión sin que haya purgado un solo día en la cárcel por estos actos criminales que nunca fueron juzgados. Otro vivo en el Día de Difuntos.

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Las lluvias y la Anata

/ 7 de enero de 2018 / 04:00

Después de Todos Santos, se empieza la preparación de la Anata (o tiempo de jugar), que se instala junto al Carnaval occidental. En el hemisferio Sur es verano y en el Norte, invierno. En el mundo andino, una vez terminado Todos Santos, la música del Carnaval empieza a sonar en las comunidades. Por ejemplo, el 2 de noviembre los jalk’as se despojan de sus ropas de luto, que son arrojadas o quemadas a la orilla de un río; y los músicos que acompañan la ceremonia vuelven tocando en sus charangos música de Carnaval. En esa región el erqe y el thurumi son los instrumentos que definen el tiempo del Carnaval o Pujllay y del Supay.

Un momento importante y poco difundido es la fiesta de Santa Bárbara (4 de diciembre), momento que surge la danza de las warrimachus/q’ewas. Los warrimachus, hombres vestidos de mujeres, llevando el axsu, pieza de traje indígena y los segundos de pollera, establecen un combate a hondazos; al parecer disputando un tinku. Si bien su significado tiene muchas versiones, es probable que tenga que ver con la época de las sementeras florecidas y la necesidad de la complementariedad entre hembra y macho en la naturaleza y macho hembra, trasladado a los seres humanos, o según Gabriel Martínez: “Si el Carnaval (…) es la afirmación del poder genésico masculino, el baile Warrimachuis/q’ewas ( hombres disfrazados de mujeres) sugiere de alguna manera la construcción y afirmación del significado del saxra (espíritu maligno)… Mientras que el Carnaval es ‘hombre y mujer’ (aunque con mayor acento masculino); podemos especular, pensando que el hecho de que se trate de ‘hombres disfrazados de mujeres’ sería una evidenciación del carácter sexual ambiguo del saxra / Pachamama, pero no estoy seguro de ello. También se podrá sugerir que es una manifestación del desorden (‘mundo al revés’)…”.

En la región del Titicaca, los aymaras definen el tiempo como época cálida-húmeda, jallu pacha, que representa a la mujer; mientras que el tiempo frío-seco al hombre. Este tiempo improductivo significa violencia: la quina quina y su chicote. En cambio el tiempo femenino hembra es productivo, amor, belleza, tiempo de paz… en sus danzas se usa el chicote solo como adorno.

El conocimiento de la música y los instrumentos como bienhechores en el florecimiento de los cultivos es un saber que se remonta hace miles de años; y ahora, con la tecnología, se ha comprobado su beneficio. Por caso, en el mundo aymara los músicos dicen que los instrumentos de la familia de las quinas y los sikus no contribuyen al florecimiento de las plantas, y por esa razón solo se tocan durante la época seca. Y los que sí favorecen a las plantas son las familias de los pinkullus, la tarqa y la salla.

En algunas regiones del altiplano afirman que la quina y el siku llaman al frío y al granizo, razón para que estos instrumentos sean prohibidos en época húmeda y cálida. En cambio, los instrumentos de la época hembra tienen efectos contrarios. Así resulta que los tiempos hembras y machos están regulados por los equinoccios y los solsticios, que generan la cuatripartición que organiza toda la vida de los aymaras, con pocas variantes entre grupos dispersos por el Titicaca y sus alrededores. Cuatripartición que tiene resonancia e influencia en las áreas urbanas de La Paz, Oruro, Potosí y otras regiones pobladas por núcleos importantes de emigrantes.

Una particularidad es que debe existir siempre una simetría entre hembra y macho y el par. Nadie debe estar ch’ulla o impar porque la lógica binaria se rompería, ocasionando desorden en todo sentido y la época de las lluvias son especialmente esperadas por la fecundidad que ésta genera.
Ese mismo criterio sucede con los instrumentos de la época húmeda, y siendo la Anata yuxtapuesta al Carnaval occidental, esta imbricación genera una riqueza de contenidos extraordinaria. Donde la mayor parte de las personas solo ven borracheras, peleas y suciedad, hay un mundo profundo de significaciones religiosas indígenas, sincretismos y yuxtaposiciones que hacen de esta festividad ritual una de las expresiones más potentes de la diversidad cultural de Bolivia.

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Siempre a puntapiés

/ 20 de agosto de 2017 / 04:00

Las mujeres son más inteligentes que los hombres cuando se trata de manejar las cosas a patadas. Eso me dijo, en tono apesadumbrado, mi compadre Teo. —Por eso no van a gritar al fútbol, más bien nos gritan, y nosotros vamos al fútbol a gritar las broncas que nos guardamos, concluyó. —Seguramente a vos te estará valiendo, compadre, sospecho que eres como esos giles que dicen que el fútbol es para bobos que pierden su tiempo en sonseras, como si no fuera importante para el “popolo”. —Seguro, ¿no ve?, me espetó. Así que para que no crea que solo me interesa la alta especulación metafísica chola, le envío estas notas para su desconsuelo.

El ingeniero Felipe Murguía escribió un texto sobre la historia del fútbol boliviano, en la que relata las disputas de antaño que ahora se repiten entre las asociaciones y la Federación Boliviana de Fútbol(FBF), fundada en Cochabamba el 12 de septiembre de 1925 con las siguientes asociaciones: Cochabamba, La Paz, Oruro, Sucre, Santa Cruz y Uyuni.

El fútbol amateur no era un negocio. En esa época, los jugadores se compraban sus cachos, su uniforme y se pagaban el pasaje para desplazarse para disputar un partido, como lo hacían los players del Club Bolivian Rangers, donde jugaban solo destacados miembros de la sociedad paceña, especialmente, como José Luis Tejada Sorzano, Julio Zuazo Cuenca, Óscar Núñez del Prado, entre otros señoritos.

Las primeras canchas estaban situadas en la plaza de San Pedro, la plaza Isabel la Católica y otros sectores baldíos de la ciudad. El primer partido interdepartamental se jugó en San Pedro. Para llegar a La Paz y poder disputar este cotejo el club Oruro Royal tuvo que desplazarse en diligencias durante tres días. El Club Oruro Royal es el más antiguo de Bolivia. Luego, el 8 de abril de 1908 se fundó The Strongest, constituyéndose en el segundo en antigüedad y vigente hasta ahora, sin descender nunca de categoría.

La Asociación de Fútbol de La Paz se fundó el 22 de febrero de 1914 y se desafilió varias veces de la FBF, por los mismos problemas de ahora. Vale decir que siempre manejamos las cosas a puntapiés, es parte endémica del carácter boliviano: la desinstitucionalización parece la norma cuando se anteponen intereses de grupos de poder para seguir manteniendo privilegios. Si bien en aquellas etapas los jugosos ingresos eran modestos (no había transmisiones televisivas ni publicidad), no faltaba el astuto que hacía sus fintas y sacaba ventajas para el grupo que lo coludía. En 1947, el presidente Enrique Hertzog tuvo que intervenir para que las disputas internas entre la FBF y sus asociados lleguen a un acuerdo y continúe el campeonato.

Aunque las instituciones del fútbol se volvían mafias, había destacados deportistas como el arquero Vicente Arraya, el primer jugador boliviano en ser contratado en el exterior. Al poco tiempo fue el turno de Alberto Achá, quien no tuvo la fortuna de Arraya, porque se lesionó antes de su debut en un club mexicano y al que ya nadie recuerda. Otro arquero notable fue Jesús Bermúdez, cuyo nombre le fue asignado al estadio de Oruro en su homenaje.

Tuve la suerte de conocer a Víctor Agustín Ugarte, ya retirado, excepcional jugador tupiceño recordado en un monumento en Tupiza y al que yo confundí con el cantante argentino Leo Dan. Ugarte continuó su vida como taxista y rememoraba sus glorias dibujando a la gente que se le acercaba cuando estaba marcando goles en las cantinas. El Club Bolívar, fundado el 12 de abril de 1925, fue su vitrina más importante.

El fútbol amateur o de aficionados acabó en los años 50, seguramente al calor del buen rol de la selección en 1949, en el campeonato sudamericano realizado en Brasil, ocupando el cuarto lugar. Tuvimos que esperar hasta 1963 para tener una alegría efímera, cuando la selección boliviana se coronó campeón del torneo sudamericano.

La cantera de futbolistas era Cochabamba, pero eso cambió con el regalo de trigo proveniente de Estados Unidos y la desaparición del pan de Toco en los años 60. Ahora es Santa Cruz, cuyas llanuras interminables son campos de fútbol. Veo en una foto al Comité Ejecutivo de la Liga, tomando el poder de la FBF, y constato el efecto de los churrascos sobre sus humanidades de dirigentes con sobrepeso. ¿Por qué será?

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Chicote y justicia

/ 13 de noviembre de 2016 / 04:00

La justicia es una de las expresiones del poder. Durante la evolución de la humanidad, ésta fue dispuesta tanto de los tronos como desde los parlamentos. Sus legislaciones servían para proteger el proyecto de vida de los grupos hegemónicos. Están escritos y se denomina Derecho Positivo. Para que la justicia o derecho consuetudinario sea reconocido tuvo que pasar mucho tiempo. Una de sus características es su oralidad, trasmitida por sucesivas generaciones; tiene su propia estructura según las culturas que habitan los territorios a donde no llega la justicia ordinaria.

Durante el incario se estableció la triada ama sua, ama llulla, ama k’ellapara homogeneizar la conducta de sus pobladores conquistados, y cuya interpretación —hasta hoy— tiene diferentes lecturas. El inca era el único legislador, mandaba aplicar las penas y era el único que podía conceder el perdón. El tucuy ricuc (el que todo lo ve) era el principal funcionario, fiscalizador del Estado y administrador de justicia, cuyos casos registraba en los quipus. El castigo era corporal y moral, considerado más efectivo que las penas pecuniarias.

Durante la Colonia, esta forma de impartir justicia fue quebrantada y suplantada por otras normas, dirigidas a favorecer a los interese de los conquistadores. Muchas de estas innovaciones fueron adoptadas durante la República, como por ejemplo los asentamientos que destruyeron el ordenamiento geográfico, social y político de los pueblos originarios. Las Leyes de Indias fueron un espacio importante de reivindicación porque declaraban a los pueblos indígenas vasallos libres de la Corona española y la aceptación de sus costumbres.

En 1825, durante el inicio de la República, Simón Bolívar dictó una resolución extinguiendo la autoridad de los caciques, consolidando el ordenamiento bajo la lógica del liberalismo clásico, y tendiendo un puente con el colonialismo. Durante todo el proceso previo a la Guerra del Chaco Bolivia mantuvo las estructuras colonialistas. Sobre el tema, el historiador Klein dice: “La sociedad boliviana de 1930 seguía siendo en muchos aspectos la misma que había sido en 1825. A pesar del dramático crecimiento de la urbanización, la minería y el movimiento laboral desde 1900, la mayoría de la nación aún seguía perteneciendo al sistema agrario latifundista de la Colonia”. La revolución del 52 destruyó las unidades de producción y generó el minifundio, empobreciendo aún más a los pueblos originarios; todas sus normas fueron audazmente desviadas por la clase hegemónica, que se montó al carro revolucionario.

En 1989, Bolivia ratifica el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se dispone y señala la revalorización de la justicia comunitaria. En su artículo 5, acápite b), dice: “Deberá respetarse la integridad de sus valores, prácticas e instituciones de esos pueblos”.

La Constitución Política del Estado de 2009, en sus artículos 171 y acápites 1 y 2, reconoce la personalidad jurídica de las comunidades indígenas y campesinas, y de las asociaciones y sindicatos campesinos el derecho consuetudinario o la Justicia Indígena Originaria Campesina ( JIOC). Uno de los símbolos que se usa, tanto en las tierras altas como en las bajas, es el chicote, instrumento usado por la autoridad del jilakata. Otro chicote más pequeño, con tres puntas, es el kimsa charani, una prolongación del chicote suriyawu para la justicia y educación doméstica.

El pueblo mojeño ignaciano tiene a la guasca para impartir justicia y sus azotes están reglamentados: la primera falta, 12 azotes; la reincidencia, 25; y si las faltas son graves, una arroba de guasca, 50 azotes. Los chiquitanos de Monte Verde y Lomerío tienen el chicotisch, llamado también “cuero de mocho” o “cola de peji”, es un instrumento que inspira respeto y temor. Asimismo, en el Palmarito de la Frontera se tiene la guasca para imponer el orden entre sus pobladores. Cuando la justicia comunitaria no puede resolver un conflicto muy grave, lo traspasa a la justicia ordinaria.

En la ciudad de La Paz, los bloqueadores del transporte público utilizan los chicotazos contra sus afiliados que no acatan sus continuos paros, convirtiéndose en una manera distorsionada de la justicia comunitaria. Ahora que ingresamos a una etapa de envilecimiento moral, acude a mi memoria el kimsa charani de mi madre, el cual, con solo mostrarlo, modificaba nuestra conducta.

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La reina de los mares

/ 26 de junio de 2016 / 05:00

La encontré, después de dos décadas, en la terminal de buses. Con los aladares blancos y amarillentos, su rostro surcado por arrugas muy pequeñitas le ocultaban los ojos. Era René M., el marica de mi barrio, cuyo nombre de guerra era La reina, envejecido y solo, haciendo hora para trasladarse a Oruro, su ciudad natal. Ahora, gracias a una ley, cerca de sus 80 años, finalmente podrá sacar de su ser a la mujer que siempre habitó en su cuerpo.

Su personalidad y carisma lo habían convertido en el líder de un grupo de homosexuales que merodeaban el gimnasio América, en busca de amores de machotes musculosos. Entre ellas recuerdo a María Guerrero, cuyo nombre se lo ganó por haber cumplido el servicio militar. También estaba la Ballena, un gordo y rubicundo personaje, cuyos modales delicados eran la envidia de las muchachas. Recuerdo asimismo a Romy, un militar con su corte al ras que siempre andaba de incógnito, entre otros. Se protegían entre ellos porque las pandillas (Los Marqueses, Los Calambeques) que trabajaban con el Departamento de Orden Político (DOP) durante la dictadura banzerista se entretenían golpeándolos donde los encontraban.

Muchas veces llegaban al gimnasio con los ojos en compota y magullados por las pateaduras que recibían de los agentes de la dictadura. Entonces aparecía Reina, con su botiquín de primeros auxilios. Lo hacía sin que su familia se entere, porque no estaban de acuerdo con sus “desviaciones”. Como no había Defensoría del Pueblo ni Asamblea de Derechos Humanos, no tenían dónde quejarse por estos actos delincuenciales. Además, había cierta beligerancia entre grupos de homosexuales de la clase alta y los grupos de la clase media y los más pobres e indígenas. Un espacio para los más desprotegidos era La Chicharra, célebre tugurio donde pasaron historias de amor, suicidios y un crimen que terminó por clausurarlo.

Reina estaba enamorada de Arturo V., un trompetista de la banda del Regimiento Colorados de Bolivia que pasaba a mediodía para el cambio de guardia tocando marchas militares por la avenida Sucre. Cuando Reina aparecía por la calle, le cantábamos “Soy la reina de los mares…”, y ella festejaba el recibimiento, haciendo muecas y sonriendo. Su habilidad para confeccionar vestimentas con bayeta de la tierra era destacable e impuso su moda entre su círculo de amistades. En tanto Barbarella le había dado un beso al dictador en la entrada del Gran Poder. Seguramente éste se sintió engañado cuando se enteró que Barbarella no era una mujer “natural”, aunque no sabemos qué dijo sobre el tema. Lo cierto es que esta minoría vulnerable era pasto de la exclusión, la incomprensión y la homofobia más que ahora.

Obsesionada por conocer al trompetista Arturo, Reina organizó una fiesta para tal fin en San Juan, cuando la ciudad era una caldera y las fogatas convertían a la hoyada en un volcán. Esa noche nos dijo que la mujer que llevaba dentro saldría afuera en un striptease para Arturito, siempre que éste tocara El hombre del brazo de oro. El trompetista así lo hizo, y en medio de las velas y el alboroto no nos dimos cuenta que éstas habían prendido las cortinas. Las llamas nos desconcertaron, así que tratamos de apagar el fuego con resultados catastróficos, ya que solo aumentamos las llamas y salimos despavoridos. La familia de Reina se enteró del suceso y terminó nuestra huida de manera poco elegante, en medio de insultos: —¡LloKallas degenerados, malentretenidos! Para nosotros continuó la fiesta, pero para Reina fue el infierno por los castigos  y las prohibiciones que le impusieron. En su cuarto tenía un adoratorio colmado de vírgenes y santos; me encargó que restaurara sus vírgenes porque habían quedado más negras que San Martín.

El escandalete fue tal, que su familia lo envío de vuelta a Oruro, y solo lo volví a ver en la terminal, hace dos décadas. Me llamó la atención su casi corpórea soledad, hablaba muy pausado, y esa sonrisa de cuando le cantábamos La reina de los mares ahora era un rictus de amargura. Entonces recordé las palabras del papa Francisco: “¿Quién soy yo para juzgarlos?”.

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Los advenedizos

/ 12 de julio de 2015 / 04:00

A mi compadre Teo le gusta bailar la canción de la película Zorba el griego. Su cojera (medalla de guerra popular) le da un toque dramático que le divierte. Siempre que la alegría le arrebata la razón, nos invita a su dormitorio para mostrarnos el recorte de prensa donde aparece su nombre, perdido entre cientos de los heridos y muertos que dejó la revuelta de octubre de 2003. Nunca pidió ayuda del Gobierno, ni siquiera intentó emprender el camino interminable del resarcimiento por su herida; muchos, en cambio, que no lo merecían sospechosamente sí lo recibieron.

Puso una esperanza desmedida en el Gobierno, pensó que muchas cosas cambiarían, pero en sus ojos se adivina una lúgubre desilusión: —Todo se está pudriendo por culpa de los advenedizos, dice, aleteando los brazos, impotente, porque no puede hacer nada para impedirlo ¿O sí? Como no le interesa el balompié, no le duele la mafia de la FIFA que ya denunció el inefable Maradona hace más de una década, pero sí le tortura lo que pasa en Chile, donde el hijo de la presidenta Bachelet se metió en turbios negocios y frenó lo que podía ser una revolución que hubiera facilitado el diálogo entre nuestros pueblos. Hasta ahora no concibe que un grupo de mujeres haya convertido el Fondo Indígena en su fondo personal, habida cuenta de que siempre el mandatario Evo, quien trabaja entre 12 y 13 horas diarias, dice: “Ahora ya no gobiernan los gringos, sino los indios”. Todos percibimos que es solo un slogan y que le muestran una película que no es la real. Si nos remontamos al primer campanazo de los actos de envilecimiento de Santos Ramírez, y que continuaron con los grupos de abogados incrustados en el Ministerio de Gobierno, expertos en concebir corralitos para delinquir y asaltar sin dejar rastros, podemos afirmar que no hubo una reacción inmediata para cortar de cuajo algo que erosiona lentamente el proceso político que vive Bolivia. Un cambio revolucionario sin ética siempre culmina en el fracaso, eso nos lo demuestra la historia.

Los actos delincuenciales están en el menú diario de los bolivianos, la oposición solo aletea y no tiene ningún peso específico para plantear una alternativa de control fiscal y usa estos escándalos para intentar apuntalar autoridad moral y definir una alternativa. No puede porque tiene entre sus representantes aventureros como Amílcar Barral, el prototipo del advenedizo que solo busca aprovecharse de su condición de asambleísta para asaltar a sus propios compañeros.

Sin embargo, esta lacra moral llegó muy lejos, ahora la Fundación Cultural del Banco Central está en la mira por las denuncias de Potosí, Sucre, Santa Cruz y La Paz. Existe una auditoría que el Consejo de Administración quiso cambiarla, presionando al auditor para que excluya de su trabajo observaciones que apuntan a procesos penales. Estos fueron denunciados en noviembre de 2014, y las autoridades no movieron un dedo; más bien, semanas atrás, modificaron su estatuto (obviamente, como en las épocas neoliberales, sin consultar a nadie) en el que se otorgan poderes ilimitados para disponer del dinero del Estado. ¿Por qué? ¿Quiénes los protegen? ¿Habrán leído las autoridades su estatuto? Un gobierno que fue capaz de rescatar los hidrocarburos de poderosas trasnacionales y generar una economía sólida, que nacionalizó Entel, que tiene los servicios del agua y la energía eléctrica y el transporte aéreo, no es capaz de “nacionalizar” una institución que podía haberse convertido en el brazo impulsor de la descolonización para que la revolución cultural no sea solo un eslogan vacío. Así como el presidente Evo afirma, nosotros también decimos: —¡No lo podemos entender! Mientras tanto, estamos expectantes, con alguna ínfima esperanza. Abrazo a mi compadre y comparto con él su baile preferido.

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