Obras no inaugurables
La trágica sucesión de desastres naturales que vienen ocurriendo en el mundo parece demostrar que no hay lugar del planeta que no esté expuesto a estos eventos. Los huracanes que han golpeado las islas del Caribe y el sur de Estados Unidos; las olas de incendios desatadas en Norteamérica, Sudamérica y Europa; las inundaciones causadas por las lluvias monzónicas en el sur de Asia; y la sequía extrema que ha afectado el sur de África han dejado miles de muertos, millones de personas desplazadas, hambrunas, pérdidas millonarias y devastación a su paso, poniendo una vez más en evidencia la urgente necesidad de redoblar los esfuerzos para reducir el impacto de estos eventos en el futuro.
En los últimos años se está dando un cambio de paradigma en la forma de afrontar estos sucesos, buscando dar mayor énfasis en la reducción del riesgo que en la gestión de desastres, bajo el impulso del Marco de Sendai, adoptado en 2015 por los países miembros de las Naciones Unidas. En la práctica, salir del enfoque tradicional de atención a emergencias y construir una cultura de prevención no es tarea fácil. Kofi Annan lo expuso así: mientras que los costos de prevención deben ser pagados en el presente, los beneficios están en un futuro distante, son menos tangibles, pues son desastres que no sucedieron. Es por esta razón que las medidas de prevención resultan impopulares a la vista de las autoridades de turno, que prefieren invertir en obras que sean inaugurables en su gestión que en riesgos futuros potenciales, donde los efectos se verán a largo plazo. Esto se refleja en la insignificante inversión pública destinada para la reducción de riesgos de desastres en comparación con los enormes fondos que deben ser destinados a la atención de emergencias y de recuperación.
Peor aún, a esta racionalidad se suma el paquete de proyectos promovidos en nombre del desarrollo que ocasionan la degradación ambiental y la destrucción de ecosistemas que juegan un rol clave en la reducción de riesgos y la protección contra eventos extremos, como inundaciones, sequías, deslizamientos, además de la regulación del clima.
Con todo, los desastres naturales seguirán ocurriendo, agravados por el cambio climático; y mientras no exista una adecuada comprensión de la naturaleza de los riesgos actuales y futuros en todas sus dimensiones, y éstos no sean considerados como un problema de desarrollo prioritario que debe ser abordado con un enfoque integral e inclusivo, no será posible alcanzar las metas trazadas para erradicar la pobreza, disminuir la inequidad y lograr el desarrollo sostenible.