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Ñatitas y tráfico de restos

Ciertamente la relación que se tiene con la muerte por estos lados está lejos de ser traumática. Al contrario, es festiva e irreverente. Claro ejemplo de ello es la fiesta que cada año se organiza el 8 de noviembre en homenaje a las ñatitas (narices chatas), cráneos humanos a quienes sus dueños celebran a lo grande, con alcohol, tabaco y costosos ornamentos, en agradecimiento por los favores concedidos.

Por ejemplo, para este 2017 Elizabeth Portugal organizó una fiesta en la que participaron más de 300 personas con el fin de agasajar a las ñatitas que se encuentran bajo su cuidado, nada menos que 70. Incluso una comparsa de 100 morenos bailó en homenaje a las calacas de Portugal y de otros fraternos.

Por otra parte, no son pocos los que se siguen escandalizando ante esta costumbre, que se vale de intermediarios de ultratumba para entablar una relación con el más allá. De hecho, la Iglesia Católica emitió un comunicado en el que demanda a los sacerdotes no efectuar misas que “confunden” a los feligreses y vulneran los dogmas cristianos.

Ahora bien, independientemente del sentido espiritual y las connotaciones de idolatría de esta fiesta, existe un aspecto legal que no ha sido discutido y que debiera llamar la atención de las autoridades. En concreto, el hecho de que la tenencia y el agasajo de cráneos de personas que han fallecido impulsa el tráfico de restos humanos, así como la profanación de tumbas, ambos hechos penados por la ley.