Hace unas semanas fui a un par de charlas muy lindas que, a pesar de no ser del todo algo nuevo, fueron bastante inspiradoras. Específicamente en una de ellas una mujer dijo que su misión en esta vida era ser el “primer dominó”; es decir, esa ficha que detona todo y hace que las demás se muevan o caigan. Denunciar es lo suyo y contagia a que todas lo hagan inspiradas por su movimiento. Salí con la duda de qué tema tocaría si yo fuera esa primera ficha de dominó y decidí materializarlo con el siguiente artículo.

La sociedad femenina que supuestamente responde a una “hermandad” (sororidad) es la primera en juzgar a las mujeres divorciadas. Hace unos cuantos años que soy divorciada y, dejando o siendo dejada, el proceso no es fácil para nadie. Adicionalmente a este proceso, paralelamente a tu propia realidad, se mueve una masa de mujeres (casadas, solteras o también divorciadas) que especulan acerca de las causas del divorcio y se deleitan con ello. Claro está, esto no dura más que un mes, después del cual dejas de ser noticia y un tema interesante de “conversación”; pero ya dejaron un daño por detrás que ni imaginan en la vida de los afectados. E hipócritamente te sonríen con una falsa aprobación a tu nueva “situación”.

Hasta ahí eso es lo común. Hace algún tiempo, a raíz de un comentario masculino volví a toparme con la discriminación hacia las mujeres que dejaron de vivir en matrimonio. Alguien me dijo que él y sus amigos habían comentado sobre un conocido bar en el que se reúnen las “adas”. Sonreí y pregunte: ¿hadas? Me respondió: “Sí, las divorciadas, amargadas, desesperadas y abandonadas”. Entonces no hice más que sonreír, pero el comentario me quedó dando vueltas en la mente.

Hoy siento que el mensaje que quiero dar es: dejemos de hacer sentir a la gente juzgada, catalogada y limitada por estar en el lugar que decide estar. Y si te sientes excluida, juzgada, observada, envidiada por ser quien eres y por tus decisiones, sé valiente y aun cometiendo errores, ámate; y si estás consciente de que te convierten en un “ada”, vuela muy alto y observa a las personas que juzgan. Míralas desde arriba con mucho amor, también ellas un día tendrán el valor de volar, casadas, viudas, solteras o divorciadas. Verán que cuando uno está bien, no habla del ausente y vive plenamente. Cuál es la denuncia, entonces: hay un secreto a voces de opresión y juicio a las divorciadas que debe parar por el bien de todas. Es violencia descarada en pleno siglo XXI; basta de juicios arcaicos que develan inseguridad, infelicidad y maldad en quien los comete.